Ian, el huracán con fuerza 4 que ha causado la muerte de 106 personas y provocado el desplazamiento de más de 40.000 desde el Caribe hasta las Carolinas, ha golpeado con extrema dureza a los habitantes de la zona oeste de la isla de Cuba y de la ciudad de La Habana.

Ian y su efecto destructor han provocado un apagón que no ha hecho más que aumentar los graves problemas de suministro eléctrico que sufre este país. Eso ha hecho que las protestas y las caceroladas regresen a las calles de La Habana. Los apagones son continuos en toda la isla, las deficiencias de la red eléctrica son graves y el Estado parece incapaz de reparar los desperfectos del sistema. Súmese a eso que los efectos destructivos de Ian han dejado a más de 200 familias sin hogar y otras 30.000 sufren los desperfectos de sus viviendas.

En La Habana las protestas ciudadanas se han ido sucediendo desde el fin de la pandemia y han aumentado durante el pasado fin de semana. La reacción del Gobierno ha sido la habitual: movilización militar y apagón en internet. Al mismo tiempo, el régimen solicitaba ayuda de emergencia a Estados Unidos para paliar los efectos devastadores del huracán. En agosto, el Gobierno Biden envió ayuda para acabar con los incendios de una de las principales plantas eléctricas del país. Sería precipitado hablar de cambio de ciclo, pero los hermanos Castro jamás aceptaron la ayuda estadounidense. Díaz Canel, por el contrario, parece tomar otro rumbo. Lo que no cambia es la represión en la calle como forma de hacer política. ¿Hasta cuándo?