Hace ahora 50 años, en 1973, Alexander Solzhenitsyn publicó Archipiélago Gulag. El gran escritor ruso empleó 9 años de su vida tratando de narrar el horror de los campos de concentración soviéticos. Desde Rusia, el equipo de personas que colaboraba con Solzhenitsin consiguió que los microfilms del primer volumen de Archipiélago Gulag llegaran a Francia. Allí fue publicado el libro y, poco después, el autor fue expulsado de su país natal. En 1970 le habían concedido el Premio Nobel de Literatura y el Estado soviético le vigilaba por sospechoso y enemigo de la patria.
Archipiélago Gulag es un impresionante testimonio del terror y de las perversiones de un Estado totalitario al que la inmensa mayoría de comunistas que vivían en el mundo libre seguían viendo como el ideal de una utopía humanista, igualitaria y basada en la justicia. Archipiélago Gulag consiguió descorrer el velo que impedía ver la verdad de lo que había sucedido durante decenios en el país de la revolución bolchevique. Solzhenitsyn fue acusado de contrarrevolucionario, fue silenciado y su nombre mereció las humillaciones y desprecios de muchos. La verdad de Archipiélgo Gulag les hubiera obligado a desertar del comunismo y reconocer la perversion de ese sistema. Fue preciso que pasaran 16 años más y el telón se descorriera defintivamente. Al otro lado del muro no habitaba el paraíso, sino algo más cercano al infierno.