Lesbos ultima los preparativos para una nueva visita del Papa a la isla que, con Lampedusa, se ha convertido en icono de este pontificado. Francisco quiere tocar otra vez “las llagas” del drama humano de las migraciones forzadas. Con todo, su visita a Chipre y Grecia tiene otros puntos del máximo interés. El primer destino es canónicamente parte de Tierra Santa, y el Papa quiere que, en lugar de frontera, sea “una puerta abierta” entre Oriente y Occidente.

El reto comienza por la propia división de la isla, con la República Turca del Norte de Chipre no reconocida internacionalmente, y a la que, con tacto diplomático, el Pontífice reprochó ayer la destrucción del patrimonio cristiano. Además Francisco recordó que en esta isla se inició la primera evangelización de Europa. Hoy también surge del Mediterráneo oriental una llamada a las Iglesias y sociedades del Viejo Continente, que en la medida en que se dejen interpelar por el sufrimiento de los demás tendrán la oportunidad de recuperar el aliento vital y despertar la fe adormecida. Las apelaciones a la fraternidad se dirigen especialmente a los cristianos.

No sorprende hoy la visita de un Papa a Grecia, y sin embargo, hasta muy recientemente las divisiones entre ortodoxos y católicos lo hacían impensable. El reto que marca este viaje es nada menos que afianzar esa fraternidad entre cristianos y hacer de ella una palanca para la fraternidad entre civilizaciones