Hoy es el día central del Año Santo Jacobeo que se celebra por todo lo grande en Compostela, con el lema “¡Sal de tu tierra! ¡El apóstol Santiago te espera!”. La pandemia imprime indudablemente carácter a este Jubileo, que durará dos años en lugar de uno, como sucedió ya en 1885, tras la identificación de los restos de Santiago, y en 1937, debido a la Guerra Civil.

Las limitaciones sanitarias nos sitúan hoy a todos fuera de nuestra zona de confort, en tierra inexplorada. Pero para ser peregrino en el Camino de Santiago hace falta algo más que esto: se requiere una meta, una actitud de búsqueda, estar dispuesto dejarse encontrar y sorprender por Quien solo Él puede dar sentido a la vida, como escribe el Papa en su Mensaje con motivo de este Año Jubilar.

No todo el mundo, obviamente peregrina a Santiago con objetivos tan claros, pero incluso detrás de las motivaciones en apariencia meramente turísticas suele haber algo más, una pregunta abierta por el sentido de una experiencia que es metáfora de la propia vida y en la que, como dijo Goethe, se construyó nada menos que Europa.

El Camino, escribe el arzobispo Julián Barrio, “no exige una previa selección de candidatos ni tiene tampoco numerus clausus”. Uno de sus grandes valores, añade, es que “pone en contacto directo al alma y a Dios, incluso para quienes todavía no han descubierto la fe cristiana”. El único requisito es atreverse a dar el paso de lanzarse a lo inexplorado, con apertura de mente y espíritu para buscar sin miedo esas respuestas que a todo ser humano le arden en el corazón.