El fiscal general de Irán ha anunciado este fin de semana la disolución de la llamada “policía de la moral”. La oposición hace bien en tomar el anuncio con toda la cautela posible, porque no sería la primera vez que la República busca atemperar las protestas en un momento de desesperación para luego volver con la represión. Hace algo más de una década se produjo un movimiento de protesta popular muy similar y el régimen respondió con una mayor exhibición de fuerza contra todos aquellos que consideraba rebeldes.

En los últimos meses, Irán lleva sumido en una nueva ola de protestas desde la muerte el pasado 16 de septiembre de Mahsa Amini, una joven kurda iraní, de 22 años, que fue asesinada por no llevar correctamente el velo. Las protestas por el velo han sido la gota que ha colmado un vaso que venía ya bastante cargado, porque la situación social y política en Irán es sumamente complicada, con un coste de la vida, en general, disparado y con cifras inasumibles de paro juvenil.

Hasta el momento, al régimen iraní le han importado poco el clamor y las sanciones internacionales, pero es verdad que, ahora, los jóvenes, en una suerte de revolución que tiene un marcado acento femenino, han dicho “basta ya” de manera muy clara. Tal vez ha llegado el momento de abrir una grieta en el régimen y de luchar para que los derechos humanos no sean una bonita proclama, sino que se concreten en cuestiones tan fundamentales como la libertad de conciencia y la libertad religiosa.