No es exagerado el adjetivo “histórico” para calificar el acuerdo alcanzado esta madrugada en el Consejo Europeo, que supone un paso adelante decisivo. Ha habido que ceder sobre los planes iniciales por la presión de los llamados países frugales en la distribución de ayudas y créditos. Pero el importe final es de 750.000 millones de euros, con 390.000 millones en ayudas a fondo perdido, y el resto en créditos. Se endurecen los mecanismos de control: es necesario que los planes de reforma de cada país, a cambio del dinero que recibe, los apruebe una mayoría de los 27 socios, y si hay dudas de que se estén cumpliendo esos planes se pueden elevar a una cumbre de líderes.

Pero no ha habido cesión a los frugales en las cuestiones de fondo. Por primera vez la política social y económica no es solo cuestión de cada país. Por primera vez la Unión Europea emite deuda conjunta, algo que hasta unos meses era impensable. Para España el acuerdo es muy positivo porque recibirá 140.000 millones, de los que casi 73.000 millones son en ayudas directas. A cambio tendremos que seguir las recomendaciones que desde hace años hace la Comisión a España: estabilidad presupuestaria, reordenación del sistema fiscal con subida del IVA y, por supuesto, nada de contrarreforma laboral.

Desde antes del ingreso de España en la entonces Comunidad Económica, Europa ha sido para nuestro país la solución. Ahora que seguimos inmersos en una crisis sanitaria, en una profunda crisis económica y en una crisis institucional, vuelve a serlo.