Argelia, estratégico y conflictivo vecino norteafricano, se dispone a dar un cambio de rumbo con una reforma de su Constitución que será sometida a referéndum el próximo 1 de noviembre. El texto ha sido elaborado excluyendo a la oposición y a los representantes de la sociedad civil, aunque partía de la exigencia popular de alumbrar una “nueva Argelia” después de la destitución de Buteflika como consecuencia de las protestas populares contra la corrupción del régimen. El nuevo presidente del país, Abdelmayid Tebbun, designado por los militares y elegido por una escasa mayoría en un clima de confusión, asumió el poder en diciembre del pasado año con la promesa de poner en marcha los cambios exigidos en las calles, lo que suponía hacer tabla rasa de un pasado totalitario.

Sin embargo Tebbun se ha quedado corto a la hora de responder a las demandas populares. Las reformas que se someterán a referéndum han sido aprobadas por los diputados elegidos según las reglas del antiguo régimen. En todo caso, la reforma ofrece como novedades ámbitos de libertad y de seguridad jurídica hasta ahora desconocidos en el país, como la libertad de expresión, la separación de poderes, la limitación de dos mandatos del presidente, además de alejar aparentemente a los militares del poder civil. Está por ver ahora la respuesta de los electores y, sobre todo, comprobar la fuerza que aún mantienen los islamistas radicales que, a finales del pasado siglo, provocaron una sangrienta guerra civil.