La recuperación económica depende del gas, y el abastecimiento de gas supone un serio problema geoestratégico. No somos una isla. En este momento la economía mundial tiene dos problemas: la falta de materias primas y el cuello de botella que se ha producido en el sistema de comercio mundial. Estamos globalizados y la mayoría de los componentes de los productos que consumimos se manufacturan en otras zonas del mundo. El covid ha provocado problemas en el transporte marítimo y en la producción de los contenedores que utilizan los barcos. Este desajuste ha coincidido con una explosión del consumo favorecido por los programas de estímulo puestos en marcha por los diferentes gobiernos. Es previsible que dentro de unos meses todo se vaya equilibrando.

Pero con el gas no sucede lo mismo. Hay menos gas en el mercado mundial porque la lucha contra el cambio climático nos ha llevado a reducir las inversiones en energías fósiles. Todavía no hemos desarrollado tanto las energías renovables como para que puedan sustituir a las fósiles. De todo el gas que se produce en el mundo, Rusia genera el 20%. El déficit de esta materia prima es crónico, y la Rusia de Putin va a jugar políticamente con este recurso.

El precio del gas va a determinar en los próximos meses la inflación. Si no baja, las empresas elevarán los precios, lo que supondría de hecho un recorte de salarios y una reducción del crecimiento. Es necesario hacer cuanto antes un esfuerzo público y privado para reducir la dependencia del gas