Madrid - Publicado el - Actualizado
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Hoy se cumplen cuatro años de la llegada de Jorge Mario Bergoglio a la sede de Pedro. Francisco ha sabido poner a la Iglesia en salida, en un tiempo marcado por los riesgos de una crisis mundial a todos los niveles. El papa argentino ha repetido en numerosas ocasiones que vivimos una tercera guerra mundial por etapas y, sin embargo, desde la esperanza puesta en Dios, que nunca defrauda, no ha dejado de enviar al mundo mensajes de alegría, de la alegría del Evangelio, de la alegría de la familia, de la necesidad de una ecología integral, que respete la totalidad de la vida humana, y de invocar el nombre de Dios, que es misericordia. Lo ha hecho de palabra y de obra, con presencias y viajes inolvidables que guardamos en la retina y en el corazón. Así, con su particular carisma, el papa jesuita ha puesto a las periferias geográficas y existenciales en el centro del corazón de la Iglesia. Lo ha hecho, remando mar adentro, en cuatro años que han sido un regalo de Dios para la Iglesia, sintiendo con ella y desde ella, sin echar mano de la utópica revolución que algunos quieren vender, pero con la claridad y firmeza de quien ha apostado desde el principio por la necesidad de una profunda conversión personal y comunitaria. Y lo ha ido conseguido con sencillez y, en sus propias palabras, con la sana inconsciencia que le caracteriza, dejándose hacer, fiándose del Espíritu Santo y recordándonos que toda renovación consiste esencialmente en el aumento de la fidelidad a la propia vocación.