Cae el último bastión de estabilidad en el Sahel
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Cae el último bastión de estabilidad en el Sahel
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Europa sigue de cerca el golpe de Estado en Níger, hasta ahora una isla de estabilidad cercada por regímenes militares, algunos con el apoyo de mercenarios rusos. Gracias en gran medida a las ayudas occidentales, el país, a pesar de ser uno de los más pobres del mundo, podía presumir del éxito de su sistema democrático, con la transición pacífica de poder de hace dos años. Otra de sus credenciales ha sido el éxito en la contención del yihadismo y la pacificación de rivalidades étnicas de las que se alimentan el Estado Islámico o Al Qaeda. Además, el gobierno del depuesto Mohamed Bazoum, profesor de filosofía, antiguo sindicalista y miembro de la minoría árabe, es el único que ha ofrecido a Europa colaboración en el control de las rutas migratorias, y acoge varios campamentos de solicitantes de asilo huidos de Libia.
Sobre qué puede ocurrir ahora con todos esos progresos no hace falta un alarde de imaginación. Basta con mirar a los precedentes inmediatos de los golpes de Estado en Malí, en 2020, y Burkina Faso, dos años más tarde. Desde una perspectiva geopolítica estos acontecimientos supusieron una victoria para Rusia, al expulsar y reemplazar al ejército francés. Las tropas francesas y estadounidenses estacionadas en Níger podrían correr ahora idéntico destino, pero lo más grave, sin duda, es el peligro cierto de que se expanda la violencia a un país de 26 millones de habitantes que parecía haber logrado cierta estabilidad, a contracorriente de la tendencia en el resto del Sahel, inmerso en una incontrolable espiral de violencia e inestabilidad.



