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Perú podría 'recuperar' los conocimientos preíncas para combatir el cambio climático y la falta de agua

Ante la creciente problemática de escasez de agua que experimentan algunos países o zonas del mundo, en Perú han decidido actuar basándose en los conocimientos de sus antepasados

Una imagen del sistema de regadío actual a través de embalses

Ernesto AriasEFE

Tiempo de lectura: 3'Actualizado 14:04

El contexto de Perú es poco alentador en lo que a recursos hídricos se refiere, ya que en la actualidad es uno de los países del mundo con mayor inseguridad en este aspecto, siendo además muy descompensado, con zonas con grandes riesgos de escasez y otras en las que no llega ni a suponer un problema.

Esto es así por la distribución propia del territorio peruano, que consta de zonas desérticas pero también de grandes extensiones naturales con abundantes precipitaciones, en donde la naturaleza se abre paso.

Sin embargo, toda la costa peruana, bañada por el Pacífico Sur, cuenta con un clima desértico subtropical o templado, con algunas zonas, sobre todo hacia el interior, con clima semidesértico frío o templado.

Esto representa un problema, especialmente si se tiene en cuenta que algunas de las grandes ciudades del país, como Arequipa, Tacna, Ica, Trujillo, Piura o la capital, Lima, están en esta zona desértica, que registra unas precipitaciones que pueden oscilar, según la ciudad, entre los 500 milímetros al año o casi la nada.

Así, nos encontramos con que en Lima, donde viven más de nueve millones y medio de peruanos, lo que supone cerca de un tercio de la población del país, que cuenta con algo más de 30 millones de habitantes en total, dependen de sobremanera de los ríos cercanos, una situación que se ha agravado con el cambio climático y que preocupa de cara al futuro.

Cada vez llueve menos, a lo que habría que sumarle el aumento de las temperaturas que ha causado un derretimiento de los glaciares de las montañas, lo que obliga al país latino a buscar nuevas alternativas que les permitan salvar la situación antes de que sea demasiado tarde.

Y no es para menos, ya que según recoge un reportaje sobre el tema realizado por la BBC, la empresa de agua de la capital del país, conocida como el Sedapal (Servicio de Agua Potable y Alcantarillado de Lima), solo es capaz de abastecer a los habitantes durante 21 horas al día, aunque las autoridades estatales advierten de que este servicio podría disminuir en los próximos años, por lo que ya han empezado a explorar otras opciones.

De hecho, el citado medio británico se hace eco de un informe del Banco Mundial del pasado 2019 en el que se evaluaba el riesgo de sequía al que se debía enfrentar Perú, dando un ineficiente resultado de cara a 2030, cuando se prevé que el plan actual basado en los embalses y las reservas de agua sea insuficiente.

Ante tal problemática, el país decidió aprobar una serie de medidas para asegurarse la protección de las cuencas hidrográficas, lo que hasta hace pocos años se consideraba un mal uso de los fondos estatales, pero que ahora es más que necesario.

Conocimientos ancestrales

A pesar de esto, y con el fin de que este cuidado del agua se haga de una manera más sostenible y equilibrada, se han orientado las estrategias hacia una deriva más natural, que proteja los procesos habituales que se dan en la propia naturaleza, sin acelerar los ciclos tradicionales y preservando los humedales, bofedales y las llanuras aluviales. Es lo que se conoce como 'agua lenta'.

Y dentro de este proceso, en el que se están invirtiendo grandes sumas de dinero para desarrollar distintas inicitivas, también se están utilizando técnicas preincaicas, con más de cinco siglos de antigüedad, habituales en los pueblos y núcleos más tradicionales y que, a pesar de su longevidad, continúan siendo técnicas más que fructíferas.

Hacia el interior de Perú, partiendo desde Lima, hay muchas de estas poblaciones que viven de la agricultura, para lo que es lógico tener un óptimo sistema de riego.

En este caso, estos pueblos utilizan, tal y como recoge la investigación de la BBC, unos canales de agua conocidos como amunas, que en quechua, uno de los idiomas locales, significa retener, con el objetivo de desviar los flujos de los arroyos de las altas montañas en dirección a las cuencas de infiltración natural.

Bajo tierra, el agua se mueve a menor velocidad, por lo que tarda meses en emerger de los manantiales y permite, así, su mejor distribución. Pero estas amunas no son exclusivas de los pueblos cercanos a los Andes, si no que también se pueden encontrar, aunque abandonadas en su mayoría, en Lima.

Y es ahí donde se abre una posibilidad para tratar la escasez de agua en la capital peruana, ya que según los cálculos y las investigaciones realizadas por diversos grupos de científicos e ingenieros, si se coge solo una de las tres cuencas hidrográficas cercanas a Lima y se desvía el 35 % del flujo hacia estos canales subterráneos, se podría obtener más del doble de agua de la que necesita la ciudad.

Además, con esta disminución de la velocidad de circulación del agua, también se conseguiría aumentar los caudales de los ríos al inicio de la estación seca, lo que permitiría atrasar el uso de embalses, hoy en día indispensables para la ciudad.

Así, se prueba que este podría ser una de las soluciones para la escasez de agua en el país, demostrando que los conocimientos de las civilizaciones del pasado, a pesar de su carencia de infraestructuras o de tecnologías modernas, pueden seguir dando rendimiento.

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