La sangre tardará en llegar al río pero Pedro Sánchez va a sufrir lo suyo porque Pablo Iglesias ha decidido aprovechar sus galones que le ha proporcionado la coalición con el PSOE. El líder de Podemos aspira a capitalizar en su particular beneficio la cuota morada en el Gobierno. Una apuesta osada cuyo único inconveniente es que los socialistas le apaguen el farol. O, mejor dicho, logren hacerlo.

“Los morados saben moverse mediáticamente con mayor eficacia que nosotros”, se oye decir en la calle Ferraz. Desde luego, lograron tapar los errores en la forma y en el fondo del borrador de anteproyecto de ley de Libertad Sexual, aspectos de dudosa constitucionalidad, o cuestiones ya legisladas, agitando el filón del machismo.

El laboratorio de La Moncloa todavía andaba sacando brillo a su gancho y ya estaba besando la lona. Rápidos y demoledores. Así fueron en Unidas Podemos. El equipo de Sánchez ha podido frotarse las manos con satisfacción ante las dificultades de Irene Montero en sus hasta ahora dos comparecencias en rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros. “¿Dónde está esa Montero que iba de sucesora de Iglesias?”, han llegado a preguntarse con satisfacción estrechos colaboradores del presidente. Hasta que las grietas se abrieron en canal durante toda la semana pasada, la peor del Gobierno sin siquiera alcanzar los 2 primeros meses de vida.

En La Moncloa llegaron a parecer prestos a a otorgar a los morados el triunfo feminista en la cuenta atrás a este 8-M. “Ya vendrán otras victorias” en las que el PSOE cobrará el beneficio, llegó a concluirse en despachos cercanos a Pedro Sánchez. Sin embargo, la pugna oculta datos según los cuales las tesis clásicas socialistas pierden terreno frente a los actualizados parámetros podemitas. Y, al tiempo, emerge del Centro de Investigaciones Sociológicas casi un 5,5% de españoles definiéndose ideológicamente feminista. Un 5,3% frente al 14,5% que se declara Socialista, 12,5% Conservador o un 2,7% nacionalista.

La lucha por el voto femenino

Existe un caladero de votos que el PSOE en ningún caso puede regalar a Podemos. En ello estuvieron, precisamente, unos y otros, en la semana que dejó al Ejecutivo en la polvareda. La guerra radica en la pelea visceral entre ambas facciones para pescar en el mismo caladero. Carmen Calvo-Juan Carlos Campo vs Irene Montero-Pablo Iglesias fueron con todo a por el voto femenino. En la parte socialista han echado más chispas tras verse pillados a contrapié con más filtraciones podemitas, incluida por Iglesias de su almuerzo con Sánchez quien, por cierto, también tuvo reuniones con Calvo y con Campo para tratar de zanjar la situación.

Ahí encaja el empeño de Pablo Iglesias en desgastar a la vicepresidenta primera negándole su labor de coordinación entre ministerios, resistencia morada a asumir que las iniciativas - una vez llegan al Consejo de Ministros - son de la coalición en su conjunto. El jefe del Ejecutivo ya ha aclarado el reparto de atribuciones de cada cual, pero busca blindar su relación con el líder de Podemos del abanico de tensiones, objetivo para la estabilidad de la Legislatura. Ello, sin embargo, es compatible con su voluntad de garantizarse ser quien ejecute el abrazo del oso. “De ninguna manera, repiten en cenaculos los socialistas, puede pasarnos un 'Revilla II'”, en referencia al error cometido con Miguel Ángel Revilla, encumbrado en Cantabria por el PSOE en 2003, siendo tercera fuerza el PRC. Un paso en falso de gran envergadura.

Pedro Sánchez es más consciente que nunca de la delicada operación que puso en marcha con el Gobierno de coalición. ¿Y ahora qué? Pasará de todo, pero para una guerra a sangre y fuego, por la cuenta que les trae, aún resulta demasiado pronto.