La irresponsable actitud de Alberto Garzón ha indignado tanto en La Moncloa como en Ferraz. La vía de escape ha sido clara: La posición del Gobierno en materia agroalimentaria la marca el ministro de Agricultura, Luis Planas. Ha sido el intento de huir de la polémica y, ante todo, de calmar una industria ganadera en pie de guerra con el titular de Consumo tras su arremetida contra la exportación de nuestra carne al aseverar a The Guardian que macrogranjas españolas “contaminan el suelo, el agua y luego exportan esa carne de peor calidad de animales maltratados”. Palabras atribuidas sin remilgos desde la órbita socialista “a título personal”.

Garzón se ha visto en la necesidad de explicarse, pero ha quedado irremediablemente en la picota justo además en la antesala de la campaña electoral en Castilla y León, región de la España rural, donde precisamente el peso del sector cárnico resulta clave. Rápidamente, en el PSOE han entendido que el responsable de Consumo ha tirado piedras contra su propio tejado. “¡No tiene un pase!”, recalcan desde el cuartel general socialista. Hasta el punto de que la ministra portavoz, Isabel Rodríguez, ha desautorizado en público al compañero de Gabinete. En declaraciones a La Sexta, ha puesto en valor la ganadería como “sector prioritario”. “Las declaraciones del señor Garzón – ha incidido Rodríguez - las circunscribo a una opinión personal”.

“Las decisiones del Gobierno son las que salen del Consejo de Ministros”, ha apuntalado la portavoz. A la postre, el desahogo en redes sociales de Javier Lambán exigiendo la salida del Ejecutivo del coordinador de IU por ser “en sí mismo un insulto a la inteligencia” vino a resumir el malestar en el PSOE. Enfado disparado por un renovado ataque que pone en riesgo miles de puestos de trabajo. A rebufo del presidente de Aragón, el castellano-manchego Emiliano García-Page ha pedido la rectificación de Garzón. “No se puede hacer propaganda negativa de un sector tan importante en el exterior. Nuestra carne – ha plasmado en un tuit – cumple todos los estándares de control y es de primera calidad”.

La última vez que el ministro renegó del consumo de carne fue enmendado por el propio presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, con un elogio del chuletón: “A mí, donde me pongan un chuletón al punto, eso es imbatible”. Aquel pronunciamiento de Sánchez en vísperas de la remodelación de su Gobierno el pasado julio llegó a interpretarse como el certificado de la defunción política de Alberto Garzón. Finalmente, no fue así. Sin embargo, los “charcos” de Garzón vienen generando incluso desaprobación en el seno de Podemos. Superándose siempre a sí mismo, la salida de pata de banco del ministro de Consumo ya ha llevado al PP y a Vox a exigir su cese y a Ciudadanos a registrar su reprobación en el Congreso de los Diputados.