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Perejil, el islote que provocó un conflicto armado entre España y Marruecos

En 2002 un grupo de marinos marroquíes ocuparon la Isla de Perejil desatando un incidente diplomático que generó tensiones entre Madrid y Rabat por la disputa del territorio

Soldados españoles junto a la bandera de España clavada en Perejil

MGEFE

David Ferreiro

Tiempo de lectura: 4'Actualizado 11:42

La llegada masiva de inmigrantes marroquíes a la ciudad autónoma de Ceuta, contando además con el beneplácito de las autoridades del país norteafricano, ha vuelto a tensar las relaciones diplomáticas entre España y Marruecos.

La medida de presión ejercida desde Rabat, al parecer en respuesta a la hospitalización en territorio español del líder del Frente Polisario, Brahim Gali, supone el primer pulso importante desde 2007, cuando Marruecos decidió retirar temporalmente a su embajador en Madrid para tratar de evitar una visita de los Reyes de España a los territorios de Ceuta y Melilla.

Si bien es cierto que históricamente ambas naciones no se han llevado del todo bien, durante los últimos años se trató de limar asperezas entre territorios y se optó por una apuesta por el diálogo y la concordia, dejando a un lado los enfrentamientos del pasado.

Aunque hace casi 19 años las cosas eran muy diferentes. Porque hace casi dos décadas ocurrió el último enfrentamiento importante y directo entre las dos naciones, con un pequeño islote como protagonista: Perejil.

Un islote particular

La isla de Perejil es un diminuto peñasco que apenas llega a los 500 metros de largo. Está situado a 200 metros de África y a unos ocho kilómetros de Ceuta, pero permanece desabitado. Sin embargo, su particularidad recae en su estatus legal.

El territorio ha supuesto un quebradero de cabeza para ambas naciones, que reclaman de igual manera su soberanía. A pesar de su pequeño tamaño y de encontrarse desierta, lo cierto es que su ubicación en el estrecho de Gibraltar lo convierte en un enclave estratégico para los dos territorios.

Por ello, y en pro de evitar conflictos, se decidió que el islote permaneciera deshabitado y sin muestras de soberanía, a pesar de que se trate de un territorio en disputa reclamado tanto por España, como por Marruecos.

Aunque en teoría existe conflicto en cuanto a la soberanía del país, lo cierto es que tanto los marroquíes como los españoles han preferido mantenerse al margen de un conflicto real, más allá de los asuntos diplomáticos.

Y así fue, al menos, hasta el año 2002, cuando la situación daría un vuelco importante precedida de los desencuentros ocurridos durante los años anteriores.

Una vista aérea de la isla de Perejil

Jose Manuel VidalEFE


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El inicio de las tensiones

A finales del siglo XX la relación entre España y Marruecos no atravesaba por su mejor momento. La llegada al trono del rey Mohamed VI de Marruecos en julio de 1999 inició una escalada de tensiones entre los dos países que, incluso, supuso la retirada del embajador marroquí en España.

Este movimiento estaba encuadrado dentro de la estrategia marroquí para mostrar su descontento con la posición de sus vecinos en cuanto a la situación del Sahara Occidental, por las reclamaciones territoriales de las zonas de África en posesión española y por su desacuerdo con los pactos pesqueros.

Sin embargo, ante la pasividad de España, que trató de quitarle hierro al asunto, Marruecos decidió actuar. De esta forma, la mañana del 11 de julio del año 2002, un pequeño grupo de 12 marinos marroquíes partieron a la Isla de Perejil para ocuparla, clavando la bandera de su país a modo de reclamación territorial.

El gesto es vislumbrado por una patrulla de la Guardia Civil, que se desplaza hasta el lugar para advertirle a los soldados que deben abandonar el territorio.

Ante la negativa de estos, que llegaron incluso a amenzar a los miembros del cuerpo de seguridad, se procedió a notificar el incidente al Ejecutivo central, ya que este gesto rompía con la tranquilidad del peñusco y con la no agresión entre naciones.

La noticia sentó como un jarro de agua fría dentro del Gobierno español, en aquel entonces presidido por José María Aznar, que se tomó esta acción como una declaración de intenciones.

Marruecos se escudaba en que la ocupación del islote formaba parte de una operación antidroga, aunque poco tardó en aprovechar para reclamar la soberanía de los territorios españoles en el norte de África.

Despliegue militar

España trató durante los primeros días de solucionar la situación tirando de diplomacia, pero ante la pasividad del país africano, que inclusó desoyó los consejos de la Unión Europea y de la OTAN, se optó por llevar a cabo una estrategia militar.

El día 16, España notifica la salida del embajador en Rabat y refuerza las ciudades de Ceuta y Melilla, a las que desplaza a varias unidades de la Guardia Civil y a la Armada española, que a su vez despliega varias fragatas en los alrededores.

Al día siguiente, y ante la negativa marroquí, España pone en marcha la operación Romeo-Sierra para desalojar a las tropas marroquíes, movilizando a un buen número de soldados hacia las cercanías de la zona.

Así, componentes del Mando de Operaciones Especiales del Ejército de Tierra llegaron al islote a través de helicópteros, siendo escoltados tanto desde el aire como desde el agua por más miembros de las fuerzas españolas. El amplio número de efectivos españoles permitieron desalojar el islote rápidamente, expulsando a las fuerzas marroquíes y devolviéndolas al país africano.

Militares españoles junto a un helicóptero después de la misión para desalojar Perejil

Emilio MorenattiEFE


Como curiosidad, se dice que España movilizó a muchos más efectivos de los necesarios como medida de advertencia a Marruecos, sobre todo para disipar cualquier posible delirio de ocupación en Ceuta y Melilla.

Tras el desalojo de la isla, en los días posteriores se producirían cruces de declaraciones entre los dos países, antes de que el 20 de julio se firmase el acuerdo que ponía fin al conflicto, apenas nueve días después del inicio del mismo.

De esta manera, se acordó recuperar el status quo ante bellum del territorio, pactando que ninguno de los dos países podría ni ocuparlo, ni colocar ningún tipo de símbolo que hiciera referencia a su soberanía.

Esto permitió relajar ligeramante las tensiones entre ambos bandos, aunque no por ello mejorarían las relaciones diplomáticas, con varios encontronazos en los años venideros. El último, el de esta semana.

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