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Las diferencias entre Nixon y Trump 60 años después: así reaccionó al supuesto 'pucherazo' de Kennedy

Antes de alcanzar la Casa Blanca, tuvo una actitud muy diferente a la de uno de sus sucesores cuando le tocó afrontar una derrota electoral en 1960

Las diferencias entre Nixon y Trump 60 años después: así reaccionó al supuesto pucherazo de Kennedy

EFE

Millán Cámara

Redactor de COPE

Tiempo de lectura: 4'Actualizado 23:33

Las elecciones estadounidenses de 2020 están ya entre las más igualadas de la historia de la tierra de las oportunidades. La pugna entre Joe Biden y Donald Trump se encuentra a la altura de las que protagonizaron el propio Trump y Hillary Clinton (2016), George W. Bush y Al Gore (2000) y John F. Kennedy y Richard Nixon (1960), entre otras. El desenlace de estos últimos comicios, que cumplen 60 años en 2020, guarda una similitud con los que nos han ocupado ahora, más allá de la igualdad de los resultados: la indignación reinante en el Partido Republicano.

Entonces, al igual que ahora, algunos miembros de la formación, que también perdió en la carrera presidencial, promovieron la controversia durante algunos días. Se quiso que las acusaciones de conspiración fuesen esgrimidas por el propio candidato, Nixon. Algo que sí ha hecho Trump ahora, pero que no ocurrió en el caso del que luego sería el 37º presidente norteamericano.

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SHAWN THEW / EFE

La polémica de las elecciones de 1960

La batalla electoral entre Kennedy y Nixon es muy recordada por la entidad de ambos candidatos, el primer debate televisado y, por supuesto, el hecho de que la victoria estuvo en un puño. Así lo reflejó el voto popular, con un 49,72% de apoyo para JFK frente al 49,55% de su rival: 34.220.984 votos y 34.108.157 respectivamente. No hubo color en el voto electoral, ya que Kennedy obtuvo 303 y Nixon 219 (la mayoría está en 270).

A algunos no les cuadró que hubiese tanta diferencia entre uno y otro dato. De ahí que se generase una corriente de descontento manifiesto entre los políticos republicanos y los periodistas favorables a su ideología. Así, se empezó a difundir que Kennedy había ganado de forma fraudulenta, con las miradas centrándose en lo ocurrido en dos estados en particular (aunque también hubo reclamaciones en otros nueve): Texas e Illinois.

En el primer estado, los demócratas se impusieron sólo por 46.000 votos (51%-49%). Ese triunfo se asoció al futuro vicepresidente de Kennedy, Lyndon B. Johnson. Al ser senador por Texas, el a la postre sucesor de JFK habría logrado unos cuantos apoyos decisivos y sospechosos allí. Tanto en condados situados en la frontera con México como en los de Rio Grande Valley.

Aunque algunos expertos no descartaron el posible fraude electoral, también reconocieron que era muy complicado probarlo. De todas maneras, hubo alegaciones en Texas: casos como el de Fannin County, con 6.138 votos (tres cuartos de estos fueron para Kennedy) cuando sólo había 4.895 votantes registrados, llamaban demasiado la atención. Aun así, las quejas de los republicanos sirvieron de bien poco, ya que todos los miembros de la Junta Electoral del estado eran demócratas y ya habían ratificado la victoria de su candidato. Más suspicacias, por este motivo y porque sólo se contó, para certificar el resultado, a los votantes registrados que habían pagado el ya extinto impuesto de capitación.

La teoría de la conspiración llegó aún más lejos en Illinois, donde Kennedy ganó por un margen de apenas un 0,2% (menos de 9.000 votos). Chicago fue la clave, a pesar de que Nixon se impuso en 92 de los 101 condados del estado. La supuesta culpa la tuvo el alcalde de la ciudad, el demócrata Richard Daley: se llegó a decir que retuvo buena parte de los votos hasta la madrugada del 9 de noviembre, el día siguiente a la celebración de las elecciones.

Algunos fueron más allá y llegaron a afirmar que Kennedy se había apoyado nada menos que en la Mafia para imponerse en Chicago. El jefe local de esta, Sam Giancana, habría ayudado a JFK a llegar a la Casa Blanca a cambio de obtener, entre otros favores nada legales, inmunidad ante la justicia. Se dice que ciertos votantes, 'animados' por los mafiosos de turno, fueron llevados de un barrio a otro de la ciudad para poder votar varias veces. También habría habido intimidaciones e incluso algunos brazos y piernas rotos. De ahí que el candidato demócrata obtuviese el 80% de sus sufragios relativos a Chicago en las zonas de la ciudad controladas por Giancana.

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Tanto esta historia de la Mafia como la negativa del alcalde Daley a llevar a cabo un recuento oficial alimentaron la teoría del posible fraude de Kennedy también en Illinois. Los republicanos plantearon batalla a ese respecto hasta más de un mes después de las elecciones. Antes de que desistieran, el juez federal Thomas Kluczynski desestimó una reclamación en forma de demanda sobre los votos totales: le había nombrado JFK a propuesta de Daley.

Aunque la cosa no pasó a mayores, hubo tres trabajadores relacionados con los comicios en Chicago que fueron condenados por fraude en 1962 y que pasaron, aunque poco tiempo, por prisión.

La reacción de Nixon

A pesar de todo lo anterior, Nixon nunca estuvo dispuesto a reclamar los resultados de las elecciones de 1960. Tres días después de que se celebrasen, el candidato republicano dio un discurso en el que dejó claro que acataría su derrota. A pesar de las presiones que recibió dentro de su propio partido para que su actitud fuese tan contestataria como la de Trump en nuestros días.

En el equipo de campaña de Nixon, quisieron tratar de invalidar la victoria de Kennedy en Illinois, Misuri y Nueva Jersey, entre otros estados. Además, el senador republicano por Kentucky, Thruston Ballard Morton, fue a Florida, donde Nixon se había ido de vacaciones, para intentar convencer a su líder de que pidiese un recuento. Pero no hubo manera de hacer cambiar de opinión al derrotado.

Por eso, el senador Morton hizo la guerra por su cuenta, aunque salió escaldado: llevó a los tribunales los resultados electorales de 11 estados y sólo consiguió que Kennedy, tras el recuento, también sumase Hawái para su causa. Las urnas habían hablado sin remedio y tocaba aceptar la derrota. Como parece que tendrá que hacer Trump, antes o después y berrinches aparte, en 2020.

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