Javier Herrero

Como viene siendo habitual en sus últimas temporadas, el Teatro Real ha cerrado su cosecha 22/23 sobre seguro con uno de los grandes títulos de la ópera, "Turandot", la última de Giacomo Puccini y la que incluye ese icónico "Nessun Dorma" que en la voz del canario Jorge de León ha vuelto a tocar corazones.

No ha habido grandes sorpresas en este final de fiesta para el que se ha recuperado la producción diseñada por Robert Wilson estrenada mundialmente en 2018 en estas mismas tablas, a las que regresa tras pasar por espacios corresponsables de la misma como el Teatro Nacional de Lituania, la Canadian Opera Company, la Houston Grand Opera y la Opéra national de París, a donde volverá en breve.

Incluso con la misma dirección musical de entonces, la muy aplaudida del italiano Nicola Luisotti al frente del Coro y la Orquesta Titulares del Teatro Real, la principal diferencia de este retorno la ha marcado el renovado reparto, triple esta vez para hacerse cargo de las 17 funciones programadas hasta el próximo 22 de julio.

En el primer elenco, el encargado del estreno de este lunes, han sobresalido la soprano napolitana Anna Pirozzi como la gélida princesa Turandot, ágil en sus agudos, así como la soprano georgiana Salome Jicia como la bondadosa esclava Liù y el citado Jorge de León como el osado pretendiente Calaf.

Suyo ha sido el inicio del tercer acto, cuando anticipa su victoria sobre el corazón de la princesa al compás de "Nessun dorma", una de las más famosas y complejas arias de la historia lírica, que él probó por primera vez en 2012 en la inauguración del Nuevo Teatro de Florencia a las órdenes de Zubin Mehta. Su interpretación de esta noche ha sido validada inmediatamente por parte del público que no ha podido reprimir sus aplausos.

Junto al trío principal, también han sido muy valoradas por los asistentes las apariciones de los tres ministros Ping, Pang y Pong, esto es, Germán Olvera, Moisés Marín y Mikeldi Atxalandabaso, los únicos que han escapado al inmovilismo general con muecas y avances propios de marionetas chinas.

Y es que en el "cuento de hadas" que para Wilson representa "Turandot", la historia de una princesa oriental que impone tres enigmas a sus pretendientes so pena de ser ejecutados si yerran en alguno de ellos, la luz y el color -especialmente el rojo y el azul- juegan un papel dinámico fundamental en contraposición con el movimiento físico, restringido para la mayoría de intérpretes.

"Lo más difícil de hacer en el teatro es dar espacio para que se escuche la música, especialmente en las óperas, tan densas", suele justificar el director de escena estadounidense ante una propuesta simbólica y minimalista en elementos decorativos, pero con grandes masas de actores que recuerdan a los guerreros de terracota de Xian en su configuración y estatismo.

Como en 2018, no obstante, no ha sido del agrado de una parte del público, que ha vuelto a abuchear este enfoque.

Rozando el cien por cien de la ocupación, entre las butacas de este broche de la temporada no han faltado rostros importantes de la cultura, la política y el mundo empresarial, como el director de cine Pedro Almodóvar o la presidenta de Patrimonio Nacional, Ana de la Cueva.

Cabe recordar que si en el anterior paso por el Teatro Real las funciones se dedicaron a Montserrat Caballé, fallecida poco antes tras haberse consolidado como una de las Turandot más célebres del mundo, esta vez el homenajeado ha sido el también intérprete español Pedro Lavirgen, que triunfó como Calaf en La Scala de Milán y murió el pasado abril a los 92 años.