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Narcís Selles: El grafismo catalán impulsó el antifranquismo y la democracia

Iñaki Martinez Azpiroz

Agencia EFE

Tiempo de lectura: 3'Actualizado 11:33

Iñaki Martinez Azpiroz

Las artes gráficas fueron herramienta clave en la difusión del antifranquismo y los valores democráticos para las organizaciones catalanas que luchaban contra el régimen, según explica a Efe el historiador Narcís Selles, autor de un libro sobre la cultura visual en las postrimerías de la dictadura.

En su obra, "La imagen impresa en las culturas visuales del antifranquismo: los años de la Asamblea de Cataluña", editado por Memorial Democràtic, Selles recorre las décadas de los 60 y los 70 describiendo cómo surgió y se desarrolló el grafismo en Cataluña como medio contra la dictadura.

Revistas, editoriales, discográficas, asociaciones de vecinos, partidos políticos, entidades culturales, todos eran actores que utilizaron la imagen impresa para sus reivindicaciones y que, en último término, señalaban al franquismo como origen de problemas sociales y políticos muy diversos, apunta el historiador.

El grafismo como vehículo del antifranquismo tuvo su momento álgido con la articulación de la Asamblea de Cataluña, que unificaba a la oposición antifranquista catalana y se articulaba a partir de una red de organizaciones heterogénea, lo que propició una producción gráfica variada e imaginativa.

Esa explosión del grafismo antifranquista en Cataluña, destaca Narcís Selles, hunde sus raíces casi diez años antes, en la primera agrupación artística antifranquista organizada en España: Estampa Popular; nacida en 1964 y cercana al PCE y al PSUC, reunía artistas en diferentes ciudades del Estado.

Estampa Popular organizaba pequeñas exposiciones en librerías y en otros lugares en los que no era habitual que se difundiese arte, como en centros cívicos y locales con otros usos, pero lo hacían con una pretensión: querían democratizar el arte y llegar al público de masas.

"Estampa Popular utilizaba el grabado como medio de expresión, lo que permitía reproducir las imágenes y cuestionar el concepto de obra única", destaca Selles, que, además, añade que lo característico de esas piezas era que plantearon por primera vez mediante el arte el cuestionamiento de la dictadura.

Con ese sustrato, en los 70 el mensaje antifranquista en la imagen gráfica se consolidó como medio para llegar a amplias capas de la población catalana, y lo hizo con características singulares, porque Barcelona era la puerta de entrada de las vanguardias estéticas internacionales y un enclave de industrias culturales.

Sin embargo, las reivindicaciones que utilizaban el grafismo como medio no se fijaron un estilo único para expresar su mensaje, sino que se amoldaron a cada público y grupo social al que querían llegar.

Una pintura de Miró, por ejemplo, ilustraba un cartel de Òmnium Cultural a favor del catalán, dirigiéndose a las clases medias catalanas; pero, a la vez, se producían impactantes carteles que denunciaban la falta de infraestructuras en los barrios populares del entorno metropolitano.

El estilo no era unificado, pero sí lo era el objetivo último, remarca Narcís Selles: "Lo común en buena parte del grafismo catalán fue su uso social, todos cuestionaban el régimen establecido de una manera u otra, ya fuese pidiendo zonas verdes en un barrio de la periferia de Barcelona, en reivindicaciones lingüísticas o en demandas sindicales".

A partir de las elecciones constituyentes de 1977 y la aprobación de la Constitución, la sociedad civil perdió fuerza, dice Selles, en parte porque los partidos y las instituciones absorbieron muchos militantes de los movimientos sociales, pero también por el desgaste de la izquierda a nivel internacional.

Selles detalla que quedaron pequeños reductos que siguieron utilizando la imagen visual con mensajes de ruptura; lo hicieron partidos residuales de la izquierda radical que mantuvieron un tiempo la Asamblea de Cataluña, o también algunos movimientos de la contracultura que bebían del feminismo o del ecologismo, entre otros.

Cerrada la dictadura, acaba Selles, el arte gráfico crítico vinculado a demandas sociales se institucionalizó o se puso al servicio de la sociedad de consumo; la oposición a la dictadura se diluyó, al igual que el grafismo que comunicaba sus mensajes: "Superado el franquismo, ya no existía el enemigo común; casi, como decía, Vázquez Montalbán, contra Franco vivíamos mejor".

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