Sábado 30 marzo 2013
Una pretensión inaudita
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Actualizado 26 may 2017
La Iglesia vive hoy el Sábado Santo. Tras la memoria de la muerte de Jesús los templos permanecen vacíos y silenciosos. Para muchos hombres y mujeres esta celebración ya significa poco o nada. Y sin embargo está directamente relacionada con una experiencia que muchos tienen en su vida. Todos hemos tenido alguna vez la sensación de que el mal, ese gran río de suciedad que a veces parece dominar la historia y nuestra propia vida, hubiese triunfado. Todos somos conscientes de que, a pesar de nuestros buenos propósitos somos incapaces de vencer la traición, la mentira. Somos muchas veces cómplices del mal que rechazamos. Y anhelemos la presencia y la fuerza de Alguien realmente bueno, de Alguien con un poder suficiente para vencer la oscuridad. Sin embargo, a menudo nos parece que Dios calla, que es impotente ante el sufrimiento de los inocentes. Lo mismo les pasó a aquellos judíos que durante tres años siguieron a Jesús: su corazón se había llenado de esperanza, pero un solo día fue suficiente para que dudaran de todo. ¿No será que el mal es invencible? No sirve una respuesta apresurada. La Iglesia celebra esta madrugada la victoria definitiva sobre la muerte. Todo hombre está invitado a comprobar si esa pretensión inaudita es cierta. Dios no ha callado: ha resucitado a su Hijo para que todos puedan experimentar la victoria sobre el mal. Es la gran pretensión cristiana.
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