El trabajo incansable de la organización católica Manos Unidas en su lucha contra el hambre en el mundo está avalado no solo por la generosidad de sus voluntarios y de sus donantes sino por una rigurosa reflexión sobre la situación de la pobreza en nuestro mundo. Ayer presentó el informe titulado “El desafío del hambre: la seguridad alimentaria en nuestro mundo globalizado”, que centra su atención en  cómo asegurar que todas las personas tengan acceso a los alimentos, teniendo en cuenta cuatro aspectos fundamentales que inciden este derecho: el cambio climático y la degradación medioambiental; la producción de biocombustibles; la propiedad de las tierras; y la relación entre los precios de los alimentos y el comercio internacional.Aunque pueda la tragedia del hambre en el mundo pueda parecernos desbordante, es necesario un debate social sereno, con argumentos solventes que faciliten un clima de responsabilidad y solidaridad compartidas para afrontarla. Los proyectos de Manos Unidas durante cincuenta años han demostrado que se pueden mejorar eficazmente las condiciones de vida contando con ayuda internacional y con el protagonismo de las realidades sociales de cada zona. Pero también son necesarios cambios estructurales, que sólo serán posibles si cambia nuestra forma de vida, nuestra manera de consumir y de entender el respeto a la naturaleza. Es posible un mundo más justo y solidario con el trabajo de todos y para todos.