Desde hace días se sabía que la reunión del Eurogrupo de hoy no iba a suponer un avance en las negociaciones con Grecia. El Gobierno de Tsipras está encastillado en una posición que es difícil de entender. Solo se explica por los prejuicios ideológicos. Grecia necesita urgentemente la prórroga de los 7.500 millones del segundo rescate para hacer frente a sus pagos. Y necesita también de forma urgente negociar un tercer rescate que entre a vigor a partir del 30 de junio. Pero el partido en el Gobierno, Syryza, se niega a acometer las reformas que se le piden: reforma laboral y reforma de las pensiones. Y lo que es peor, ha incumplido lo que acordó el pasado 20 de febrero: ha readmitido funcionarios y ha reabierto la televisión pública. En su momento la troika cometió algunos errores con Grecia, el primer rescate se formuló en unos términos en los que era muy difícil que se cumpliera. Pero ahora la actitud del gobierno de Tsipras no tiene justificación. El país heleno necesita una urgente modernización de su economía. Se puede ser flexible en los plazos, se puede intentar aliviar el sufrimiento de la población, pero Europa no puede tolerar que se tomen decisiones ideológicas y que se pretenda mantener estructuras obsoletas, ineficientes cuando no corruptas. El euro exige de Grecia una modernidad a la que parecen resistir sus actuales gobernantes.