En el intenso debate del estado de la nación han quedado claras al menos dos cosas. Por un lado, la firmeza del presidente del Gobierno para seguir hasta el final de su mandato, sin ceder ante las presiones ni ante las dificultades. Por otro, la ausencia de toda alternativa por parte de la oposición que no sea el retorno a las políticas del pasado que condujeron a España al borde del abismo. Pese a este contraste, puede que se produzca algún acuerdo deseable para combatir la corrupción y establecer un nuevo clima de confianza en la política basado en la transparencia y en el castigo de corruptos y corruptores. Incluso, pudiera alcanzarse un consenso para abordar una necesaria reforma de la Constitución siguiendo los pasos que marca la ley. Pero la noticia que sobresale es que Mariano Rajoy ha mostrado su capacidad para seguir adelante por la ruta que se ha marcado para sacar a España de la crisis, por encima del desasosiego instalado en buena parte de la sociedad. Rajoy se ha dado a sí mismo un tiempo para recuperar la confianza de su propio electorado, lo que supone recuperar el propio programa de su partido que había quedado en segundo plano ante la gravedad de la crisis y sus secuelas sociales. En ese programa, no lo olvidemos, está no solo sacar adelante la reforma de la educación basada en la libertad, sino la reforma de la injusta ley del aborto, la protección de la maternidad y de la familia, la bajada de impuestos y una decidida regeneración moral, temas que el electorado del PP no ha olvidado.