Cerrado el paso a Grecia, Italia vuelve a ser el destino al que llegan la mayoría de los refugiados y migrantes que cruzan el Mediterráneo. El año pasado, el que acabamos de dejar atrás, más de 25.800 menores llegaron a Italia y lo hicieron cruzando el mar, cruzando el Mediterráneo. Deja helado saber que el 91%, prácticamente todos, lo hicieron solos. Lo hicieron sin sus madres, sin sus padres, sin un mayor que cuidara de ellos. A veces incluso con hermanos a su cargo. A veces, con hermanos que han perdido por el camino.  En lo que llevamos de año, solo en lo que llevamos de año, en mes y medio, más de 500 niños han llegado a Europa por mar solos. Y aún estamos en el arranque de este 2017.Son niños, son chavales, que ya han vivido y han visto lo que jamás, y menos por la edad que tienen, deberían. Son críos para los que tus problemas, los míos, casi carecen de sentido después de lo que ellos han cargado sobre sus espaldas.Lo sé porque nos lo han ontado. Hemos entrado en un centro en el que viven varios de estos chicos en Palermo. Hemos hablado con ellos. Con Numu, con DIL, entre otros. En ese centro viven, conviven, estudian mientras esperan sus papeles, mientras sueñan con un futuro. Y siempre, echando de menos a sus familias, los que la conservan. Numu llegó a Palermo después de un viaje horrible, andando, en coche, por mar, "me cobraron 45.000 dolares de Gambia, 1.500 euros. Llegué a Libia, no es un sitio fácil, la vida allí es riesgo, tu vida está en peligro. Y llegué a Italia en una barquita pequeña con 145 personas más".Los psicólogos del centro tienen una tarea muy complicada como nos cuenta una de ellas, Francesca, "hay muchas chicas que no consiguen llegar porque son violadas y consecuencia de ello mueren. Los problemas de otros chicos del mundo, de Europa, no son sus problemas, de los chicos que llegan aquí".Uno de los abogados de este centro de menores fue inmigrante en su día, "mi trabajo es protegerles y darles un futuro, una carrera, un trabajo y sobre todo una vida mejor".Han vivido mucho, malas experiencias, pero son niños, son chavales, que como cualquiera a su edad les encanta el fútbol y, por qué no, sueñan con ser jugar profesionalmente. Charlar con ellos, ver cómo bajan la mirada cuando relatan las cosas más bestias que han vivido, saber que con apenas 17 años han visto y han sufrido un infierno, que ahora están solos... te deja desarmado.Numu, Dil, Basil, han vivido una verdadera odisea hasta llegar al centro de menores de Palermo