Esta semana pasada en COPE hemos escuchado el terrible relato de un venezolano que se ha traído a sus hijos a España, y que al llegar le preguntaban si aquí iban a poder comprar pan. Los venezolanos llevan meses hablando alto y claro, de múltiples formas. Lo vienen haciendo sobre todo en la calle, a pesar de la represión violenta del Gobierno de Nicolás Maduro. Esa oposición democrática, que se ha venido manifestando, lo ha hecho de nuevo este domingo impulsando una consulta popular, convocada para que los propios venezolanos se pronuncien sobre temas como la necesidad de celebrar elecciones libres en el país, el papel que debe desempeñar el Ejército, y el proyecto de Asamblea Constituyente con el que Maduro pretende acabar con el Parlamento elegido democráticamente. Resulta vergonzoso que, una vez más, con esta terrible realidad sobre la mesa, la izquierda radical en España siga sin condenar la deriva totalitaria de la revolución chavista, por mucho que tengan que agradecerle. En una entrevista, el diputado de Podemos, Iñigo Errejón, volvía ayer domingo a diluir responsabilidades entre el Gobierno venezolano y la oposición, situándolos al mismo nivel, afirmando cínicamente que ellos como partido nunca se han identificado con el proyecto chavista, y alabando la mediación de José Luis Rodríguez Zapatero en el conflicto. Afortunadamente, lo único bueno de tan dramática situación, es que ya resulta inútil intentar tapar con el dedo lo que pasa. Los venezolanos se pronuncian. Están hablando y sus testimonios tocan el corazón de cualquier persona que, sin estar cegado por la ideología, sea capaz de ver la verdad de lo que allí sucede.