El 22 de abril los venezolanos han sido convocados a las urnas. La fecha ha sido adelantada a un momento propicio para Maduro. La división en el seno de la oposición, que ha abandonado las conversaciones de Santo Domingo después de que el chavismo se negara a reformar la composición del Consejo Nacional Electoral, y la profunda desolación de la sociedad son un marco propicio para el chavismo. Los venezolanos no tienen alimentos ni fármacos, la inseguridad ha sumido a los ciudadanos en un clima de miedo difícil de combatir, que fuerza la emigración por la frontera colombiana llegando a cifras realmente escandalosas. A esto se une la fuerte represión policial y la aprobación de una Ley Anti Odio que convierte en sospechoso a cualquiera que critique públicamente al Gobierno.

La Iglesia católica ha sido sometida a vigilancia, las homilías son cuidadosamente analizadas y se ha intensificado la vigilancia sobre algunos sacerdotes y obispos. En La Tarde de COPE el obispo Juan de Dios Peña ha sido muy expresivo: el chavismo nos ha tratado como a «demonios con sotana». A pesar de este escenario y de las dificultades más que reales de hacer frente a la dictadura, el país desea un cambio. El desafío es convencer a los ciudadanos de la necesidad de acudir a las urnas. Sin una participación masiva, Venezuela no tendrá alternancia política.