Fausto Marín: el arte de perdonar hasta los actos más terroríficos
Fausto perdió a su hermano Vicente en el tren de Atocha durante los atentados del 11 de marzo del 2004 y ha sabido perdonar la pérdida. Lo cuenta en faros de Esperanza

Fausto Marín cuenta en 'Ecclesia Al Día' su experiencia con el perdón
Madrid - Publicado el
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Fue salvaje, no hay otra palabra con la que describir la atrocidad de los atentados en los trenes de Madrid, perpetrados el 11 de marzo de 2004. Cuando uno habla con los supervivientes, con los médicos que estaban allí atendiendo, con los que estaban en los hospitales, muchos te dicen que uno de los sonidos más escalofriantes era el de los teléfonos que sonaban sin respuesta. Detrás de uno de ellos estaba Fausto Marín buscando desesperadamente a su hermano Vicente, una de las casi 200 personas que fueron asesinadas aquel día.
El dolor es terrible, inimaginable. La pérdida tan brutal, tan repentina, por un acto tan execrable como el terrorismo, por un acto de odio puro, a muchos nos haría germinar muy dentro un sentimiento de venganza, una respuesta al odio con más odio, unas ganas irrefrenables de castigar al culpable, de hacerle sentir nuestro dolor... Desde luego que, en una reacción tan humana, y también comprensible, como esa, nunca cabría la posibilidad de perdonar, pero precisamente es gracias a ese perdón como la familia Marín ha podido curar la herida.
un testimonio ejemplar
Su historia es un ejemplo y Fausto la cuenta en Ecclesia Al Día en el marco de este año jubilar y de la iniciativa de la Conferencia Episcopal Española, Faros para la Esperanza. La familia Marín se refugió en Dios y en su profunda fe, a eso juntaron el legado de su hijo y hermano Vicente: “mi hermano siempre ha sido un hombre muy alegre, ha tenido muchas vicisitudes en la vida y siempre las afrontó desde el mejor punto de vista, entonces, queríamos estar a su altura y el camino más sencillo era tener paz y poder perdonar”, así explica Fausto cómo pudieron llegar a ese punto.
Ante la esperanza eterna del ser humano por poder estar mejor, por poder estar en paz, Fausto defiende que el perdón es esencial para conseguir que la calma reine en el corazón. Aun así, evidentemente, cuesta mucho, hay que trabajar en el perdón y el dolor siempre busca su manera de volver a aflorar: “Yo he seguido pasando muchas veces por el homenaje que le han hecho a mi hermano ya con mis hijos y preguntan ¿y el tío que ha hecho para estar aquí? Y eso me sigue moviendo por dentro”.
La enseñanza de Fausto, que es también la enseñanza que Francisco quiso que nos lleváramos de este año jubilar de la esperanza, es luz para poder acercarnos a ese camino que se nos plantea desde el momento del bautismo. El perdón es parte indispensable de la paz y, por tanto, de la esperanza.



