Un hallazgo casual en Italia destapa una ciudad romana sepultada por el volcán
La antigua Herculano, sepultada en el 79 d. C. por la furia del Vesubio, emerge hoy no solo como un símbolo de tragedia volcánica, sino como un extraordinario archivo arqueológico
Madrid - Publicado el
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Herculano, situada en la moderna comuna de Ercolano, Campania, se hundió casi por completo ante un flujo piroclástico masivo del Vesubio en el año 79 d. C. A diferencia de Pompeya, su vecina más famosa, Herculano sufrió una conservación mucho más rica de materiales orgánicos: madera, puertas, incluso alimentos y papiros quedaron atrapados, y el volcán no solo destruyó, sino que solidificó un momento único en el tiempo.
Descubierta formalmente en 1709 durante la perforación de un pozo, aunque ya había restos presentes, Herculano fue durante un largo tiempo la única ciudad vesuviana conocida hasta que Pompeya salió a la luz décadas después. Las excavaciones empezaron de forma más sistemática en 1738 y se han sucedido de forma irregular hasta hoy. Pero aun así, solo se ha abierto al público una fracción de lo que fue, y la conservación de lo descubierto ha superado en importancia al afán de excavar.
Lujo, tragedia y resiliencia en las piedras
Pocos kilómetros cuadrados, unos 5.000 habitantes en su época de máximo esplendor, pero una densidad de riqueza extraordinaria: villas costosas revestidas de mármol de colores, apartamentos lujosos, calles cuidadas, todo ello testimonio de una élite romana que encontraba en Herculano un refugio costero de privilegio. Entre sus joyas más emblemáticas destacan la Villa de los Papiros, donde se han hallado pergaminos intactos, y las “casas-barco”, en cuyas estancias aparecieron los restos de al menos 300 personas que no lograron escapar del desastre.
El Vesubio, aquel día fatídico, comenzó a arrojar ceniza al mediodía. La columna eruptiva alcanzó decenas de kilómetros de altura, diseminando ceniza y piedra pómez. Mientras Pompeya sufrió el peso de la caída, Herculano quedó apenas cubierta por ceniza al principio, lo que permitió la huida parcial de los habitantes. Sin embargo, a la madrugada siguiente, una oleada letal arrastró todo a su paso: gases calientes, flujos piroclásticos viajando a más de 160 km/h que sepultaron la ciudad bajo unos 20 metros de material volcánico. Murallas, casas, muebles, personas, incluso estatua de mármol que voló varios metros, todo quedó congelado en ese instante dramático.
Conservación, retos y futuros descubrimientos
Después de siglos de hallazgos irregulares y, en muchos casos, expoliaciones, Herculano ha pasado por fases críticas. En el siglo XVIII se excavaron túneles ilegales, se extrajeron objetos sin registrar correctamente su contexto. No fue sino hasta los años ochenta del siglo XX que se convirtió en una prioridad la preservación de restos óseos y objetos orgánicos.
Con dramas añadidos: el turismo masivo, la erosión, la gestión política deficiente y los daños causados por el agua, especialmente bajo la moderna ciudad de Ercolano, han puesto en peligro muchas estructuras. Programas recientes han tratado de frenar el deterioro mediante infraestructuras de conservación, restauraciones y suspensión temporaria de excavaciones con fines meramente expositivos.
Hoy, más del 75 % de Herculano sigue sepultado. Los arqueólogos sólo han arañado la superficie. Edificios públicos como el foro, villas lucrativas, baños termales, nuevos papiros aún por descifrar, todos esperan bajo el suelo.
El futuro de Herculano no será solo rescatar artefactos, sino comprender una cultura, una forma de vida cotidiana, los últimos momentos de una ciudad al borde del olvido. Y hacerlo preservando no solo para hoy, sino para generaciones futuras, lo que significa combinar técnicas modernas, ética arqueológica y voluntad política. Porque aquellas piedras, aquellas puertas, aquellos papiros carbonizados nos transmiten una lección mucho más grande que cualquier objeto de lujo: la fragilidad y la fortaleza de lo humano ante lo eterno.
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