Un grupo de restauradores abre una reliquia milenaria en Oviedo y lo que encuentran bajo la tapa les deja sin palabras

Un cofre de plata, leyendas de ceguera por su resplandor, y una reciente restauración que ha devuelto el esplendor a este relicario del siglo XI cargado de historia, fe y simbolismo

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Laura Palomo

Madrid - Publicado el

4 min lectura

De Jerusalén a Oviedo: una travesía marcada por la fe

La historia del Arca Santa de Oviedo se remonta, según la tradición, al siglo VII, cuando los cristianos huyeron de la invasión persa en Jerusalén con un cofre de madera de cedro que contenía reliquias sagradas de Jesús y de la Virgen María. El arca fue trasladada a Alejandría, después a Cartagena, y pasó por Écija, Sevilla y Toledo, acompañando a grandes figuras como San Fulgencio y San Isidoro. La llegada musulmana la obligó a permanecer oculta durante 80 años en una cueva del monte Monsacro, hasta que Alfonso II la trasladó a Oviedo entre los años 812 y 842, donde permanece desde entonces.

Con el tiempo, el modesto cofre fue sustituido por otro de roble, y en 1075, con motivo de la visita del rey Alfonso VI a la capital asturiana, se abrió el Arca para inventariar su contenido. Su hija Urraca, ordenó entonces que se recubriera de plata, dando origen al relicario de orfebrería medieval que ha llegado hasta nuestros días. La inscripción en su cubierta data esta transformación en el año 1113.

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Entre sus contenidos más valiosos se encuentra el Santo Sudario, un paño venerado por haber cubierto el rostro de Cristo tras su muerte. La fama del Arca fue tal que numerosos peregrinos medievales desviaban su camino hacia Santiago para poder contemplarla en Oviedo, haciendo del enclave asturiano una parada obligatoria de fe.

Teo Moreno Moreno


 Un relicario milagroso: ceguera, resplandores y culto regio  

La apertura del Arca en el año 1035 por el obispo Ponce dio lugar a uno de los episodios más legendarios relacionados con esta reliquia. Según la tradición, tanto él como varios clérigos que lo acompañaban quedaron ciegos por el deslumbrante resplandor que emergió del interior del cofre, un fenómeno interpretado como milagroso.

Durante siglos, el Arca Santa no fue solo un objeto de devoción religiosa, sino también una herramienta de legitimación política para la monarquía, desde los tiempos de Alfonso II hasta el reinado de Felipe V. Su elaboración, a base de placas de plata con alma de madera, está decorada con técnicas como el nielado, repujado y cincelado, y presenta una rica iconografía cristológica, con inscripciones tanto en latín como en árabe, que resaltan conceptos como la gloria y la bendición divina.

El contacto continuado con los fieles a lo largo de los siglos provocó pérdidas considerables en su revestimiento, y su estado se agravó tras la voladura de la Cámara Santa en 1934 durante la Revolución de Asturias. Desde entonces, la pieza presentaba daños estructurales, ataques de xilófagos y deterioro avanzado de sus materiales metálicos.

 Una restauración científica que resucita el pasado  

El reciente proceso de restauración del Arca Santa ha sido un trabajo meticuloso y multidisciplinar. Bajo la coordinación del Instituto del Patrimonio Cultural de España (IPCE), el equipo incluyó expertos en restauración de orfebrería, arqueólogos, historiadores del arte, gemólogos y técnicos de laboratorio especializados en análisis físico-químicos.

Los trabajos comenzaron desmontando cuidadosamente el recubrimiento de plata para reforzar la estructura de madera y limpiar las placas metálicas. Este proceso permitió recuperar zonas originales ocultas por restauraciones previas y corregir deformaciones acumuladas. Bajo la tapa del arca se hallaron monedas de los siglos XII al XV y una pequeña cruz de peregrino, objetos que añaden nuevas pistas sobre su uso y evolución histórica.

Entre las técnicas aplicadas destacan la espectroscopía infrarroja, la microscopía electrónica y la radiografía, que han revelado detalles sobre las herramientas empleadas en su confección y sobre añadidos históricos realizados a lo largo de los siglos. La placa del Pantocrátor en la cara frontal, particularmente dañada, ha sido restaurada con especial cuidado, recuperando su apariencia original.

Con la aplicación de una capa protectora para evitar futuras sulfuraciones, el relicario ha recuperado su esplendor, incorporando además fragmentos que se conservaban en el Museo Arqueológico de Asturias desde 1935. Así, el Arca Santa no solo renace como pieza de arte sacro, sino como testimonio vivo de fe, historia y tradición milenaria.

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