La espada que dividió a reyes y que estuvo oculta durante siglos: el secreto que nadie esperaba detrás de la Tizona del Cid
La Tizona, una de las espadas que la tradición atribuye al legendario Cid Campeador, sigue siendo objeto de debate y misterio siglos después de su creación
Madrid - Publicado el
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La Tizona, también conocida como Tizón hasta el siglo XIV, es junto a la Colada, una de las espadas más emblemáticas vinculadas al Cid Campeador, héroe de la España medieval y figura central del Cantar de mio Cid, compuesto hacia el año 1200. Según esta épica, la espada perteneció al rey Búcar de Marruecos y fue conquistada por el Cid en Valencia, uno de los episodios que cimentaron la fama del caballero castellano.
Sin embargo, la historia de la Tizona no es sencilla. Existe cierta confusión con otra espada llamada Tisó, atribuida al rey Jaime I de Aragón, conocido como “el Conquistador”. Esta espada, que tiene un origen anterior en la Casa de Barcelona, ha sido vinculada a la leyenda del Cid por el parecido en su nombre, aunque los expertos consideran que se trata de dos armas diferentes, cuya coincidencia es más fruto de la tradición que de hechos históricos.
El Cantar de mio Cid también relata cómo el héroe obtuvo una espada de manos del conde Ramón Berenguer II de Barcelona tras la batalla de Tévar (1090). Esta espada, identificada con la Colada, retornó a la Casa de Barcelona como parte de un matrimonio que unió a la familia del Cid con los condes catalanes, consolidando así alianzas políticas y militares.
La Tizona y la polémica sobre su autenticidad
Una de las espadas que se ha identificado tradicionalmente como la Tizona del Cid se conservaba en el Castillo Palacio de Marcilla, en Navarra, propiedad de los marqueses de Falces. Esta espada, que pasó siglos en custodia de esta familia, fue depositada en préstamo en el Museo del Ejército de Madrid y, finalmente, adquirida por instituciones públicas en 2007 para su exhibición en el Museo de Burgos.
La espada pesa 1,153 kilogramos y tiene una hoja de acero de aproximadamente 93 centímetros. En su hoja se puede leer una inscripción que dice “IO SOI TISONA FUE FECHA EN LA ERA DE MILE QUARENTA”, lo que correspondería al año 1002, según la era hispánica. Sin embargo, los estudios realizados a lo largo de los años han revelado que la inscripción es falsa y que el arma es en realidad una fabricación de finales del siglo XV o principios del XVI. Incluso si la hoja contiene fragmentos de acero de la época del Cid, la espada en conjunto es una creación mucho posterior.
El célebre filólogo Ramón Menéndez Pidal fue uno de los primeros en señalar que la espada era probablemente una falsificación. Investigaciones modernas han corroborado esta teoría, aunque algunos detalles metálicos sí parecen datar de la época medieval. Por tanto, la Tizona que hoy se exhibe es más un símbolo cultural que un artefacto histórico genuino del Cid.
La historia reciente y el valor simbólico
Fernando el Católico entregó la espada en custodia a los antecesores de los marqueses de Falces como recompensa por sus servicios en las negociaciones de su matrimonio con Isabel de Castilla. La familia Velluti la conservó durante siglos, hasta que en 2007 fue comprada por 1,6 millones de euros por la Junta de Castilla y León y la Cámara de Comercio de Burgos. Aunque inicialmente se pensó que la espada acabaría en la catedral donde reposan los restos del Cid y su esposa Jimena, finalmente fue expuesta en el Museo de Burgos.
El valor de la Tizona no radica únicamente en su autenticidad material, sino en su poderosa carga simbólica para la historia y cultura españolas. Representa el heroísmo, la épica medieval y la unidad nacional que forjaron leyendas tan poderosas como la del Cid Campeador.
Pese a las disputas legales y las investigaciones científicas, la Tizona continúa siendo uno de los grandes misterios y tesoros de España, evocando la fascinación por la historia y las leyendas que se funden en la identidad española. Su historia es, más que la de una simple espada, la de un símbolo que ha atravesado siglos y sigue vivo en la memoria colectiva.
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