Publicado el
2 min lectura
La crítica no hace bien porque siempre daña al prójimo y lo que lleva es al perjuicio. Hoy, recordamos a San José de Cupertino. Su trayectoria es sentir la Cruz de Cristo con la cantidad de críticas y calumnia que tuvo que soportar. Nace en Nápoles (Italia) durante el reinado del rey Felipe III en el año 1603. En él se pone de manifiesto la fuerza de Dios para confundir a los soberbios del mundo, anulando lo que cuenta y escogiendo lo que no cuenta.
Precisamente su nacimiento está rodeado de la más estricta pobreza. Su dejadez en la administración de sus posesiones le hace ser echado de la casa y José no tiene otro sitio donde nacer. También enferma de pequeño con unas llagas que le retiran de su labor cotidiana. Una peregrinación con su madre a Santa maría de las Gracias le cura. Y es que este Santo encuentra grandes dificultades para aprender a leer y para ejercer un oficio. Intenta entrar en los franciscanos conventuales, pero no le dejan. Al principio todo son problemas.
Por último, ingresa en Santa María de Grotella. Allí descubren la riqueza que esconde su humildad. También el Señor le pone en el camino a un gran conventual que le defiende en su objetivo de hacerse religioso consagrado. Tras no pocas dificultades en los estudios, termina ordenándose sacerdote. La sencillez y la caridad con los necesitados son los dos ejes de su ministerio. Muchos son los que quieren verle por su fama de santidad -entre ellos, el Papa Urbano VIII-, pero otros, le critican y calumnian.
San José de Cupertino muere en el año 1663. Es Patrono de los aviadores y astronautas. Uno de sus milagros es que cuando tenía éxtasis del Cielo levitaba hasta el punto de quedar en el aire un rato. Este milagro sólo se producía en la Oración cuando entraba en éxtasis. Si en ese momento se le acercaba su superior dejaba todo para atenderle.