SANTORAL 15 SEPT

La Virgen de los Dolores: el amor al pie de la Cruz

Al pie de la Cruz, María sufría por Jesús y vivió ese dolor hasta el final. Esa fue "la espada que le traspasó el alma" que le anunciaron. Pero del sufrimento, nació el gozo: no hay Pascua sin Cruz. 

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Nunca se puede entender una madre sin su hijo. En el ámbito familiar, ambas cosas están unidas y eso es lo que la Iglesia quiere hacer en estos días centrales de septiembre. Ayer vivíamos las Gloria Salvadora de la Cruz y hoy recordamos a Nuestra Señora La Virgen de los Dolores. Y de la misma forma que con el Árbol Salvador, esta celebración se abre hueco el Sábado Santo y cada 15 de septiembre.

La complicidad entre la Madre y el Hijo al pie de la Cruz queda sellada. El Hijo que muere entrega a María como Madre de la humanidad en Juan. Toda tradición se hace costumbre y se transmite de generación en generación. La Figura de María Dolorosa no se queda simplemente en un recuerdo, si no en un hecho que profetiza Simeón a María, cuando le anuncia esa espada que atravesará su corazón.  

Se trata de los Dolores de la Madre que se viven uno a uno. Es el origen de la Fiesta tal y como la conocemos en nuestros tiempos. Ya se sabe que no hay rosa sin espinas, ni espinas sin rosa. Esto quiere decir que los cristianos medievales completaron este sentido con la celebración de los gozos de Nuestra Señora. La Pascua no se entiende sin Cruz, y la Cruz no se comprende sin Gloria. Así lo hicieron ellos: uniendo las dos cosas.

En el siglo XII, la Orden de los Servitas aprobó dentro de su carisma una reflexión sobre la Cruz y María bajo el Madero Redentor. El año 1472, Benedicto XIII quiso que la Semana Santa tuviese un preludio mariano. Por eso, el viernes anterior al Domingo de Ramos sería un día dedicado a la Dolorosa. Popularmente, todos le llamamos Viernes de Dolores. En 1814, el Papa Pío VII encontró una buena manera de unir a los creyentes en el acompañamiento a María en su Co-Redención al pie de la Cruz.

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