El Santo que se siente fortalecido por el Manantial de vida que es Cristo

Jesús Luis Sacristán García

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El periodo de Pascua parece que fuese una etapa inagotable, pero es que estos días son siete veces cada día de la semana para habla de plenitud y nos sigue quedando el grueso de este tiempo de gloria y gozo en el Domingo III del Tiempo Pascual en la que conmemoramos a San Amador. 

La Luz del Cirio que entronizamos en la Noche Santa de Pascua, brilla con más impulso, y el Agua Bautismal de nuestros corazones nos devuelve la condición de hijos de Dios, en ese mananatial que Cristo pasó en nuestros corazones y que salta hasta la Vida Eterna. Su vida transcurre en el siglo IX. Nacido en el actual Martos (Jaén), de muy joven estudia en Córdoba. 

En su vida se entremezclaba el espíritu de oración y de estudio. Dominaba a la perfección la literatura y las ciencias clásicas. A ello se unía su honestidad. Todas estas virtudes encaminaron al sacerdocio a Amador. Y es que los superiores vieron en él, ejemplo de entrega a sus cometidos. Era la época en que se recrudeció la persecución a los cristianos en el Califato cordobés. 

Ciertamente el Señor había puesto muy alto el listón del martirio, pero daba las gracias necesarias cuando surgía el tema para que los llevados al igual que a padecer tuviesen su fortaleza en el suplicio. Él como los perseguidores no daban tregua día y noche tampoco dejaba de lado cualquier ocasión que se presentase a predicar la Buena Nueva. Su afán de predicación del Evangelio hizo que fuese detenido y sentenciado a muerte junto a otros cristianos. San Amador muere mártir hacia el año 855 y su cadáver fue arrojado al Guadalquivir, pero nunca se le encontró.

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