SANTORAL 5 MARZO

El Santo mártir que derramó la sangre visitando encarcelados

San Adrián es uno de los testimonios de entrega y fe que nos ha dejado la persecución del Imperio Romano a la causa de Cristo

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La persecución contra los cristianos que duró en la primitiva Iglesia cuatro siglos se mantuvo en una situación fluctuante. Es decir, siempre hubo persecución por entonces, pero venían etapas de cierta indiferencia hacia los cristianos hasta que volvía a recrudecerse y entonces era más sanguinaria, si cabe, que en los tiempos anteriores.

Esa dureza iba unida a la fortaleza de los creyentes que sentían la protección del Cielo para hacer frente a la muerte. Hoy la Iglesia nos presenta a San Adrián y eso debió pasarle a él cuando surgió un azote especial por parte de las autoridades imperiales, tras un período de relajación. Su martirio tuvo lugar entre finales del siglo III y principios del IV. Por entonces se había recrudecido, como hemos dicho, la persecución del emperador Diocleciano, que mandó eliminar a todos los seguidores de Cristo y su Evangelio.

Adrián marcha con algunos compañeros a Palestina a visitar a algunos hombres de Fe, sin temer las consecuencias que todo eso pudiese traerles en su vida. Lo importante era darlo todo por Cristo hasta el final. Cuando son interceptados por los soldados, éstos les preguntan el motivo de su viaje. Al responder que van a visitar a cristianos son llevados ante el Prefecto, quien les manda azotar, antes de morir. Varios de ellos fueron invitados a abandonar a Dios, con el pretexto de beneficios temporales, como muestra de la “magnanimidad” de los jefes de Roma.

Pero ellos rechazan esa oferta, por lo que mueren derramando su sangre. Adrián también correrá esa suerte siendo decapitado. De esta forma son estímulo para la comunidad cristiana.

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