Santoral

San Pío de Pietrelcina, fiel reflejo de la Cruz

El siglo XX ha sido una época en la que se han fraguado Santos capaces de mover la devoción de todo un pueblo fiel. Hoy celebramos a uno de esos Santo: El Padre Pío de Pietrelcina. Oriundo de Italia, en el pueblecito del que incorpora su nombre, de una familia humilde, él mismo confesará más tarde que nunca le faltó de nada en su educación. De nombre originario Francesco Forgione, desde pequeño tiene gran sensibilidad espiritual y humana.

Con cinco años se el aparece el Corazón de Jesús y la Virgen se le manifiesta durante toda la existencia de este hombre que ingresó en los capuchinos. Una vez dentro de esta Orden se cambia el nombre por el de Pío. Ordenado sacerdote es destinado a San Giuovanni Rotondo. En este lugar es donde pasará, prácticamente, toda su vida. De nuevo se le aparecen el Señor y la Virgen confortándole en su vida diaria.

Su gran testimonio surge cuando empieza a tener los estigmas de la Pasión del Señor, lo que le valen multirud de incomprensiones. Él, en su humildad, trata de que no se le vean, usando en la Misa guantes para ocultar el milagro. También posee el don de la bilocación consistente en poder estar en varios lugares a la vez de forma real. Pero, por otro lado, van muchas almas a dirigirse con él cuando se corre que tiene el don de conocer internamente el interior de las personas por gracia de Dios.

Al igual que el Cura de Ars y otros tantos místicos, tuvo sus enfrentamiento con el demonio, exorcizando y sanando a muchos poseídos. También apadrina un hospital denominado "Alivio del Sufrimiento". San Pío de Pietrelcina muere en 1968, año en el que se cumplían 5 décadas desde que tuviese la primera aparición de los estigmas del Señor en la Cruz. Todos los que le conocieron destacan su dulzura y sencillez.

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