SANTORAL 13 SEPT

San Juan Crisóstomo, el santo de la "boca de oro"

Juan quería la vida monástica, pero su madre renunció a casarse de nuevo por su educación. Por eso, Juan hizo de su casa un monasterio. Su virtud,  la elocuencia, fue creciendo hasta la santidad.

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Hoy hacemos la conmemoración de un Santo que, si por algo se caracterizó, fue por su elocuente sabiduría. Compartió este talento en sus predicaciones y también nos la dejó por escrito como Padre de la Iglesia. Es la mejor presentación que se puede hacer de San Juan Crisóstomo. Viene a la vida en el año 307. El lugar, Siria. En su hogar, Juan escuchaba muchos relatos de hazañas militares que le contaba su padre, dedicado a la vida de armas.

Sin embargo, la educación le fue dando también otras armas tan firmes como las de las historias de su padre: la firmeza y la Fe. Las historias de su padre acabaron pronto tras la muerte de su padre. Su madre tenía la opción de volver a casarse, pero pensó en su hijo. No era justo que fuese abandonado en su niñez. Por ello, se dedicó por completo a que fuese una persona de provecho y temeroso de Dios.

Juan fue puesto en las manos del mejor maestro de la zona para que le forjase esa cualidad de oratoria que tenía. A medida que se iba haciendo mayor, la madre temía que el hijo se fuese a un monasterio. Ganas a Juan no le faltaban, pero también se sentía en deuda con su madre, que le había dado lo mejor, y tal vez Dios no le pedía un sacrificio que supusiese desatenderla.

Entonces, se queda en el hogar y allí forja una verdadera escuela monástica. Era un lugar de estudio. La austeridad en el comer y la sobriedad eran los ingredientes esenciales que brotaban de la oración. Cuando su madre muere, Juan deja la casa y va al desierto. Parecía que Juan estaba en su sitio, pero las inclemencias del lugar dañaron su salud y retornó a su hogar.

Juan volvía a casa y, parecía, que para quedarse. No obstante, a la muerte del Obispo de Constantinopla, él es elegido como su sucesor. Las autoridades le recibieron bien al principio, hasta que le escucharon hablar con esa firmeza y lo desterraron. Años después, muere y es venerado por sus fieles, incluidas las autoridades que lo  habían despreciado. En la mente de todos queda el sobrenombre de Crisóstomo que significa “boca de oro” por su elocuencia, que le hace ser un gran Padre de la Iglesia.

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