Santoral

San Gregorio Magno, Pastor y monje de talla

Existen personas que reciben más especialmente las Gracias del Cielo para fortalecer la Fe en tiempos de declive, y también para impulsarla cuando discurre por su cauce, pero necesita mayor revitalización. Hoy, Domingo XXII del Tiempo Ordinario, celebramos a San Gregorio Magno. Su nacimiento se sitúa en Roma en el año 540. Hombre de gran prestigio, desempeña cargos de importancia, como es el de Prefecto de la Urbe, de la Ciudad Eterna.

También fue Legado Pontificio en Constantinopla. Pronto la Providencia le llama a una vocación especial: servir a Dios desde el carisma monacal. En este tiempo entabla amistad con San Isidoro de Sevilla, al que cuenta todas sus tribulaciones y su confianza en el Señor. A los 50 años es elegido Papa, tras la muerte de Pelagio II por culpa de la peste, con un Pontificado de grandes frutos en la comunidad eclesial.

Entre las iniciativas pastorales que pone en marcha, están la expansión y consolidación de la Fe, así como la reforma litúrgica para una mayor vivencia del Misterio Salvífico dentro del pueblo cristiano. Desde su estela monacal, fortalece también el canto gregoriano que se utilizaba en las Abadías. Su espíritu, profundamente caritativo, se muestra en la ayuda a los más necesitados, siguiendo los consejos de Cristo en el Evangelio. Su insistencia en la oración hace que consiga la conversión a la Fe de Inglaterra.

Los visigodos anglosajones abandonaron el arrianismo que negaba que Cristo fuese Dios, y abrazaron el seno de la Iglesia. San Gregorio muere el año 640, cobrando especial relevancia los escritos morales y teológicos que dejó a la Iglesia Universal. También cuidó muchos de otros países necesitados de ayuda e impulso de Fe como España, Las Galias o Armenia. Todo ello le valió el sobrenombre de Magno.

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