San Willibrordo, un hombre casi desconocido pero con una vida ejemplar

Willibrordo decide abandonar su vida habitual para consagrarse a Dios como monje en la oración y la predicación. 

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Las órdenes monásticas más genuinas y primitivas han sido generadoras de grandes Santos que han pasado a la historia. Esto se puede afirmar de San Willibrordo, monje bendictino cuya vida transcurre entre los siglos VII-VIII. No es que haya mucha información sobre su vida, pero existe.

Es cierto que de otros santos se pueden escribir muchos ríos de tinta. En el caso que nos trae aquí, San Beda el Venerable es quien escribe sobre este contemplativo de origen anglosajón. Él bien puede decir que su padre le educó con radicalidad en la Fe, ya que se convirtió al cristianismo y era un hombre que vivía con fortaleza y hasta lo más hondo de su ser el amor a Dios.

Beda el Venerable destacará que si por algo se caracteriza Willibrordo es por ser un hombre fuerte ante el combate. Fuerte ante las tentaciones. Fuerte ante las acechanzas del enemigo. Es un hombre probado por la Fe y combativo según el Espíritu de Dios.

Cuando pierde a su madre, él se pone en las manos de Dios y hace una opción especial que es consagrarse a Él. Para ello elige la vida monástica, mientras su padre se retira a reflexionar y rezar en la más absoluta soledad.

No se puede perder de vista que este santo contemplativo es muy exquisito y no quiere cualquier monasterio, sino solamente donde se sienta a gusto y realizado para difundir la Buena Nueva con la oración. Una vez establecido se marcha con un grupo de monjes a Frisia para predicar. El ambiente es duro y máxime cuando esa zona acaba de pasar por un conflicto reciente. Todos creen que esta predicación es inútil, pero la paciencia de Willibrodo da frutos de conversión. Esto le vale ser obispo en Utrecht hasta su muerte el año 739.

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