
Madrid - Publicado el
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Nos encontramos en el Domingo XXIII del Tiempo Ordinario. La gente sigue a Cristo pero Él les propone cargar con la Cruz para seguirle y ser sus discípulos. También es importante que sean calculadores sobre cuanto hacen para obtener la Salvación y para no desperdiciar el tiempo que nos concede en esta vida para ganarnos la otra.
Un día en el que hacemos memoria de Santa Regina. Su vida desemboca en la entrega total por Cristo hasta derramar su sangre. Vive en el siglo III y su nombre alude a este mismo término latino cuyo significado es Reina. Hija de padre romano y madre gala, a los quince años se convierte y, desde ese momento, hace voto de consagración especial a Cristo.
Muchos reparan en la joven, entre ellos, el prefecto romano, ante quien Regina descubre su Fe. Esto le acarrea ser apresada y encarcelada, creyendo el prefecto que, a la vuelta de sus empresas por el imperio, Regina habrá mudado de pensamiento.
Sin embargo, ella se reafirma más en su condición de cristiana, mostrándose valiente. Será entonces cuando le instan a ofrecer sacrificios a los ídolos. La joven, que ya había tenido una visión del Cielo que la confortaba, rechaza esas tentaciones por lo que sufre muchos tormentos, hasta que, por fin, muere degollada.
Su manera de enfrentarse al martirio, arrastra a muchos que lo presencian, a la conversión y al cambio de vida. Así se pone de manifiesto, una vez más, de lo que es capaz un alma por amor al Reino de Dios, correspondiendo al Amor de Cristo.