
Madrid - Publicado el
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Muchos han sido los que han mostrado la Sabiduría de Dios para que impregne de su amor a los hombres. Ha sido el mejor Adviento, como le ha pasado a San Juan Damasceno que celebramos hoy. Nacido en Damasco – de ahí su sobrenombre- a finales del siglo VII, procede de familia cristiana. El substrato cristiano del hogar le hace prepararse y estudiar.
Durante algún tiempo estuvo con su padre en los grandes servicios políticos y sociales que desempeñaba, hasta que un día decide retirarse a la oración y la contemplación en el Monasterio de San Sabas. También le gusta reflexionar con el estudio de las materias de entonces.
La Filosofía y la Teología se unen a las matemáticas y la música. Es el último Padre de la Iglesia de Oriente, al que la Providencia da una gran sabiduría nutrida de la Tradición Eclesiástica y la Sagrada Escritura. En su amor a la Iglesia le hace rebatir las herejías de entonces.
Por ejemplo, los monofisitas que rechazan la Naturaleza Humana de Cristo, porque defendían que la Naturaleza Divina había absorbido a la Humana del Salvador. Además surgieron los iconoclastas que rechazaban el culto a las imágenes.
Este Padre de la Iglesia tuvo que resaltar el culto relativo a las imágenes que es lo que defiende la Iglesia porque ellas nos acercan a Dios, su Madre y los Santos. San Juan Damasceno muere a mediados del siglo VIII. Uno de sus libros de mayor compendio es “La exposición de la Fe ortodoxa”. Se le considera uno de los puentes entre la Fe y la cultura de su tiempo que le tocó vivir.





