La oración del día: San Juan Bautista de La Salle

Funda en varios parroquias de Reims un nuevo carisma por el que Dios le llamaba a la santificación, como eran las Escuelas de la Caridad

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Hoy conmemoramos a San Juan Bautista de la Salle, que aprovechó, precisamente, el mandato del Señor en el tiempo, desde el carisma de la docencia, cumpliendo así la Obra de Misericordia de “Enseñar al que no sabe”. Su nacimiento data de Reims en el noreste de Francia, en el año 1651.

Es hijo de nobles que siempre estuvieron alrededor de la Corte de forma activa. De hecho su padre es consejero de Luis XIV en Francia. Su inclinación al sacerdocio le hace ingresar en el Seminario y ser ordenado sacerdote posteriormente. Entonces se preocupa por la realidad de los niños que no tienen cultura y viven en condiciones infrahumanas, porque les ve como ovejas que carecen de pastor, y andan sin rumbo y totalmente desvalidos.

Así funda en varios parroquias de Reims un nuevo carisma por el que Dios le llamaba a la santificación, como eran las Escuelas de la Caridad. Esto cristalizaría con el tiempo en los Hermanos de las Escuelas Cristianas. Esto también experimentó sus cruces cuando la familia de Juan, los propios eclesiáticos y muchas otras personas de su tiempo pusieron pegas a esta fundación que, a pesar de todo, salió adelante.

Cualquier Santo que ha propiciado un carisma en la Iglesia ha visto la prueba en que muchas veces, los propios hermanos pueden ser la Cruz, tal y como dice San Juan en su Prólogo: “Vino a su casa y los usyos no le recibieron. Pero a cuantos le recibieron les da poder para ser hijos de Dios”. San Juan Bautista de la Salle muere el día 7 de abril de 1719. En su iconografía se le representa, precisamente, con sotana y rodeado de niños a los que enseña, según el carisma de enseñanza que fundó.


Oración

¡Oh glorioso San Juan Bautista de La Salle, apóstol de la niñez y de la juventud, sed desde lo alto del cielo nuestro guía y protector. Interceded por nosotros, asistidnos, para que preservados de toda mancha de error y de corrupción, permanezcamos fieles a Jesucristo y a la cabeza infalible de la Iglesia, el Sumo Pontífice. Haced que, ejercitándonos en las virtudes en que fuisteis tan admirable ejemplar, merezcamos ser participantes de la gloria que ahora gozáis en la patria celestial.


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