Preservar y entregar la vida

Preservar y entregar la vida

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

2 min lectura

"El Señor Dios me abrió el oído; yo no resistí, ni me eché atrás. Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, las mejillas a los que mesaban mi barba. No escondí el rostro ante ultrajes y salivazos". Estas palabras se encuentran en el tercer canto del Siervo del Señor (Is 50,5-6).

Hay que reconocer que son unos versos escandalosos. En primer lugar reflejan la crueldad de los que se han ensañado con un hombre inocente. Y, además, reflejan la asombrosa paciencia con la que este ha recibido los golpes y los ultrajes.

El Siervo del Señor puede representar a todo su pueblo. Pero la tradición judía vio en él la anticipacion del Mesías. Muchos entendieron que él llegaría a salvar a su pueblo, pero no gracias a la imposición de la fuerza, sino mediante la aceptación del sufrimiento.

En una sociedad que se distingue por su agresividad contra los que parecen diversos, la opinión pública selecciona con una enorme hipocresía las situaciones de violencia a las que es políticamente correcto denuncíar. El texto de la carta de Santiago nos pregunta directamente "de qué le sirve a uno decir que tiene fe, si no tiene obras" (Sant 2,14).

PREGUNTAS Y RESPUESTA

El evangelio de este domingo nos invita a seguir a Jesús hacia los amenos parajes de Cesarea de Filipo (Mc 8, 27-35). Mientras va de camino, Jesús dirige a sus discípulos dos preguntas fundamentales.

Pedro respondió con una decidida confesión: "Tú eres el Mesías". En nuestra sociedad, la presión social parece habernos reducido a la mudez. Sin embargo, ya sabemos que oculta su fe quien no la vive con sinceridad. El verdadero creyente no se avergüenza de ella. Confiesa creer y seguir a Jesús como su Maestro y Salvador.

LA CLAVE ES LA VIDA

Es cierto que el seguimiento de Jesucristo no es fácil. Exige una pronta decisión y una fiel radicalidad. Con todo, no podemos olvidar que en seguir al Señor está la felicidad. Algo nos dice él con esta paradoja:

Señor Jesús, sabemos que nuestra felicidad consiste en seguirte con decisión por el camino. Y ese camino nos exige negarnos a nosotros mismos y cargar con la cruz de cada día. Pero nuestra cruz nunca será tan pesada como la tuya. No permitas que nos apartemos de ti. Amén.

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