Biografía y algunos tratados de Amor de San Juan de Ávila

Biografía y algunos tratados de Amor de San Juan de Ávila
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Biografía y algunos tratados de Amor de San Juan de Ávila, por Fray José Borja
San Juan de Ávila nace en Almodóvar del Campo (Ciudad Real) en 1500 en el seno de una familia acomodada, que le educó cristianamente. Muy joven se trasladó a Salamanca para estudiar leyes en 1516.
Durante unas fiestas de esa ciudad estudiantil tuvo la experiencia de encontrarse con Jesucristo y cambió su vida radicalmente, abandonando su carrera y el entorno.
Entre 1520-1526 se encamina a Alcalá para ser sacerdote y consagrar su vida a Cristo y a la Evangelización. Celebró su fiesta de ordenación sacerdotal en Almodóvar del Campo. Repartió su herencia y bienes a los pobres y se trasladó a Sevilla para abrazar la vida apostólica y misionera colaborando con el recién obispo llegado Juan Garcés en 1527.
Pero el obispo de Sevilla, Don Alonso Manrique, tras la Providencia, le ayudó a que hiciera trayectoria de evangelización por Andalucía. De ahí viene que se le domine "Apóstol de Andalucía".
En 153, sufrió persecución y cárcel por ser fiel a Cristo y al Evangelio. Cuando salió, se trasladó a Córdoba.
En Montilla se instala en 1545, donde dirigía once colegios y aconsejaba a sus amigos entre ellos, san Francisco de Borja, san Juan de Dios, santa Teresa de Jesús, y de sus maravillosos consejos, se le nombra también "Maestro de Santos".
Forma y envía sacerdotes a la misión y es el 10 de mayo de 1569 cuando muere.
Nos deja un gran legado de tratados. Como por ejemplo.
Algunos Tratados de Amor de San Juan de Ávila.
-La causa que más mueve el corazón al amor de Dios es considerar profundamente el amor que nos tuvo Él, y con Él, su Hijo benditísimo, nuestro Señor. Más mueve el corazón a amar que los beneficios; porque el que hace a otro beneficio, dale algo de lo que tiene, mas el que ama, da a sí mesmo con todo lo que tiene, sin que le quede nada por dar.
– No es ésta la cuenta que se ha de hacer para medir este amor, porque el amor de Cristo no nace de la perfección que hay en nosotros, sino de lo que Él tiene, que es mirar en el Eterno Padre.
– Cuando yo, mi buen Jesús, veo que de tu costado sale el hierro de esa lanza, esa lanza es una saeta de amor que me traspasa; y de tal manera hiere mi corazón, que no deja en él parte que no penetre. ¿Qué has hecho Amor dulcísimo? ¿Qué has querido hacer en mi corazón? Viene aquí por curarme, ¡y hasta herido! Viene a que me enseñases a vivir, ¡hacésme loco! ¡Oh dulcísima herida, oh sapientísima locura!, nunca me vea yo jamás sin ti.
– De manera que mirándote, Señor, todo me convida a amor: el madero, la figura de, el misterio, las heridas de tu cuerpo; y, sobre todo, el amor interior me da voces que te ame y que nunca te olvide de mi corazón. Pues ¿cómo me olvidaré de ti? Si de ti me olvidare, ¡oh buen Jesús!, sea echado en olvido de mi diestra; péguese mi lengua a los paladares si no me acordare de ti y si no te pusiere por principio de mis alegrías.
– Has, pues, de saber que así como la causa por que amó Cristo al hombre no es el hombre, sino Dios, ansí también el medio por que Dios tiene prometidos tantos beneficios al hombre no es el hombre, sino Cristo. La causa por que el Hijo nos ama es porque se lo mandó el Padre, y la causa porque el Padre nos favorece es porque se lo pide y merece el Hijo.
– No pienses que, porque se subió a los cielos, te tiene olvidado, pues no se puede compadecer en uno amor y olvido. La mejor prenda que tenía te dejó cuando subió allá, que fue el palio de su carne preciosa en memoria de su amor.
Mira que no solamente viviendo padeció por ti, mas aún después de muerto recibió la mayor de sus heridas, que fue lanzada cruel; porque sepas que en vida y muerte te es amigo verdadero y para que entiendas por aquí que, cuando dijo al tiempo expirar: Acabado es, aunque acabaron sus dolores, no acabó su amor.
Dice San Pablo: Jesucristo ayer fue, y hoy es también, y será en todos los siglos; porque cual fue en este siglo, mientras vivió, para los que querían, tal es agora, y será siempre, para todos los que buscaren.
Fray José Borja.