Religión

Antonio R. Rubio Plo

Escritor y analista internacional

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Raisa Maritain, amiga de Santo Tomás

"Recomiendo la lectura del libro Las grandes amistades de Raisa Maritain, crónica de las relaciones del matrimonio Maritain con destacados intelectuales de la Francia de su época"

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El 4 de noviembre de 1960 fallecía en París Raisa Maritain, esposa de un gran filósofo del siglo XX, asociado al retorno de santo Tomás de Aquino al debate filosófico, después de siglos de oscurecimiento y malentendidos. En un tiempo en que se hacía acuciante la reconciliación entre la fe y la razón, el resurgir del tomismo abrió nuevos caminos a la filosofía, sin que ello supusiera que esta corriente de pensamiento fuera la única vía accesible para filósofos y teólogos católicos.

Recomiendo la lectura del libro Las grandes amistades de Raisa Maritain, crónica de las relaciones del matrimonio Maritain con destacados intelectuales de la Francia de su época, católicos y no católicos. Raisa procedía de un judaísmo no practicante y en su niñez había emigrado, con su familia, desde el Caúcaso a Francia. Pero al igual que Jacques, su marido, bautizado en el protestantismo, supo encontrar el camino para llegar a la fe católica. Un sacerdote, el dominico Humbert Clerissac, recomendó a Raisa la lectura de la Suma Theologica, y desde entonces santo Tomás de Aquino se convirtió en otra de sus grandes amistades.

Los ismos secos y estériles, en forma de positivismo y cientificismo, dominaban el ambiente de la Sorbona en la que los Maritain habían estudiado filosofía. Esas corrientes presumían de haber alcanzado el conocimiento científico, pero lo cierto es que la filosofía se iba deslizando, abierta o sigilosamente, por caminos de irracionalidad que, tarde o temprano, anunciarían su muerte. Sin embargo, Raisa, en sus lecturas de santo Tomás, descubrió incluso la grandeza de Aristóteles, que recobró su auténtico rostro gracias a un téologo cristiano.

Desde entonces Raisa Maritain no encontró diferencia entre rezar y comprender. El fideísmo, que hoy sigue estando muy presente, suele despreciar la inteligencia con el pretexto de que fomenta la soberbia, mientras que el racionalismo se ve enseguida preso de sus limitaciones. Los racionalistas no quieren dar un paso más allá de lo que perciben sus sentidos, que consideran autosuficientes, y esta es otra forma de soberbia.

¿Cabe una santidad de la inteligencia? En opinión de Raisa, santo Tomás la poseía. La inteligencia del santo, impregnada de su caridad y dulzura de corazón, es todo un milagro de la santidad. Un milagro digno de ser imitado por Jacques y Raisa Maritain, dos destacados representantes de una vida intelectual con raíces cristianas, y cuyo proceso de beatificación está abierto.

La inteligencia cultivada por los Maritain no está impregnada de soberbia, pues está completamente volcada al encuentro con la verdad. Quien busca la verdad, busca a Dios. Tal es el camino de la auténtica inteligencia, despreciada por políticos y pensadores del siglo XX, y del XXI, que abrieron las puertas al irracionalismo. Y es sabido que todo irracionalismo implica la muerte de la filosofía, lo que también equivale a la destrucción progresiva del ser humano. Es cierto que algunos eclesiásticos del siglo XIII, como los obispos de París y Canterbury, condenaron varias tesis de santo Tomás. Pretendían, con buena intención, proteger la dimensión sobrenatural del cristianismo, pues veían una amenaza en la actualización de las enseñanzas del pagano Aristóteles. No se dieron cuenta, tal y como subrayó Jacques Maritain, que la filosofía que rechaza la inteligencia, no puede ser considerada como una filosofía católica.

El entusiasmo de Raisa Maritain por santo Tomás fue tan grande que en 1934 llegó a publicar un librito, El ángel de la escuela, destinado a la enseñanza. Con esta obra pretendía que los libros no solo aprendieran algunas ideas básicas de santo Tomás sino también su biografía, mucho menos conocida. El santo dominico es presentado como un ejemplo para todos aquellos que se aplican al estudio. Además, Raisa hace un elogio de la escuela, la que ella conoció sobre todo, y que hoy resulta un tanto extraña en un mundo occidental impregnado de subjetivismo y emotivismo. La lección del maestro, o los libros de texto, son para la autora expresiones de belleza, y al mismo tiempo de alegría. Es la alegría derivada de aprender, cuestionada hoy por una mentalidad escéptica y pragmática.

Por otra parte, Raisa elogia la docilidad del joven Tomás de Aquino, volcado en aprender, aunque a la vez lleno de humildad porque reconoce que toda sabiduría procede de Dios, a quien corresponde toda la gloria. Admira el afán de saber de Tomás, que es fomentado por su maestro, Alberto Magno, y su ingente labor por desbrozar la filosofía de Aristóteles hasta reconocer en ella "el bello rostro de la razón, hija de Dios". Por eso, se puede afirmar que en santo Tomás de Aquino, y en el matrimonio Maritaian, la sabiduría crece con la santidad.

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