El enfado de Jesús en el templo, reflejado en el Evangelio de este domingo

El periodista y sacerdote Josetxo Vera, ahonda en 'Chateando con Dios' en el Evangelio de este domingo, 7 de marzo

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Realmente es una gran ventaja la que tenemos los cristianos sabiendo que Dios se ha encarnado en la figura de Jesús. Nos encontramos que todo lo que es proprio de la naturaleza humana se hace visible también en la vida de Jesús. Nos da gusto encontrarnos a Jesús un día cansado, triste, contento con sus apóstoles, cómplices de ello, divertido, sufriente en la cruz. A veces esto nos da consuelo: que nuestra propria vida ya ha sido vivida por Dios.

A las personas que nos enfadamos con frecuencia nos da un poco palo darnos cuenta que el Señor casi nos enfada en la Escritura. Y el Evangelio, sutilmente, nos ofrece un par de pasajes que a lo que nos enfadamos con frecuencia nos consuelan que es encontrarnos con Jesús enfadado.

Una de estas veces la escuchamos hace unos domingos en el Evangelio de Marcos cuando Él llega a la sinagoga de Cafarnaúm y el Señor se enfada con los fariseos.

La segunda vez aparece en el Evangelio de este domingo, es uno de esos momentos gráficos que tenemos bien representado en nuestra cabeza. El Señor se acerca al templo y encuentra allí mercaderes, cambistas, gente que vende animales. Eso le produce una gran ruptura y hace un cordel de cuerdas, los echa a todos y vuelca las mesas.

Es un momento de ira del Señor. En primer lugar, hay que pensar que lo que allí pasaba no era un despropósito. Si allí había que ofrecer sacrificios de animales era lógico que hubiera un cierto mercado de animales, o cambistas de monedas porque llegaban judíos de todas partes. Por tanto, no era un despropósito total. Pero el Señor cuando se encuentra la casa de Dios convertido en eso, se enfada tanto que acaba disolviéndolos a golpes y empieza una manifestación muy visible de su enfado.

Los fariseos le preguntan: “¿Qué signos nos muestras para obrar así?". Y Jesús les dice “Destruid este templo, y en tres días lo levantaré”. El Señor está aludiendo a un dato de la memoria histórica del pueblo de Israel que está muy sólidamente asentado: el templo de Jerusalén había sido construido por Salomón mil años antes, había sido destruido en el destierro y luego había sido vuelto a construir. Y había perfecta memoria de que ese templo había costado hacerlo 46 años. Y por eso los fariseos y los escribas les dicen a Jesús: “Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?”.

Y aquí hay una frase del Evangelio que lo explica muy bien y que nos puede ayudar en nuestra vida cristiana. El domingo pasado el Señor les dice que no cuenten la Transfiguración hasta que el Hijo del Hombre haya resucitado entre los muertos, les mete en la cabeza la idea de la Resurrección. En este Evangelio pasa algo parecido, el Señor les dice de destruir el templo y en “tres días lo reconstruiré”. Y añade el Evangelio: “Se refería al templo de su cuerpo”.

Lo que nos está diciendo la Iglesia es que el templo de Jerusalén va a dejar de ser el lugar del encuentro con Dios y el lugar del encuentro con Dios va a ser Jesucristo. Allí donde está Jesucristo, está el templo. El templo se construye como el lugar de la presencia de Dios, donde Cristo se hace presente de manera especial en la Eucaristía.

Nosotros podemos encontrarnos en cualquier templo con Jesucristo, porque Él es el lugar de la presencia de Dios, es el lugar más próximo donde nosotros podemos entrar en relación con Dios. A partir de allí viene la vida de la Iglesia, poner en cada capilla, en cada parroquia, un sagrario donde está Jesucristo.

Es verdad que hay otros muchos lugares donde podemos encontrarnos con Jesús. Está presente en su Palabra, en los Evangelios que escuchamos y leemos. Encontramos a Jesús en las personas que sufren, en los pobres, en los necesitados, en los enfermos, en los encarcelados, allí también hablamos con el Señor. Acercándonos a ellos, tratamos con Jesús.

Otro lugar de encuentro es en la vida de la Iglesia, cuerpo cuya cabeza es Jesucristo. Formamos con Él lo que se llama en la teología el Cristo total.

Jesucristo es la real presencia de Dios en nuestro tiempo y esa presencia real de Jesucristo en el Sagrario es el lugar que nos facilita el encuentro con Dios a diario. Es imposible vivir lejos de Jesús, lejos de Dios. Ojalá que lo encuentres esta semana y lo trates con cercanía, frecuencia y amor para que Él transforme tu vida en una vida realmente cristiana.

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