El valor de las palabras

Revista EcclesiaCristina del Olmo

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La manera de expresarnos con los demás se desmorona. No podemos estar cerca, ni abrazarnos, ni acariciarnos, ni un beso a la llegada o dos en la despedida. Si nos cruzamos en el supermercado nos miramos con desconfianza. Mejor nos vamos a otro pasillo. Preferimos huir. Nos da miedo el otro. Distancia de dos metros, con guantes y mascarilla.

La nueva normalidad se hace dura. Estamos acostumbrados a relacionarnos con los demás, a estar cerca, a compartir espacios en el día a día. En una reunión, en la parroquia, en una fiesta, en el bar. Nos necesitamos y ese contacto nos hacía más humanos. Somos seres sociales por naturaleza y ahora que este virus nos lo quita ¿qué nos queda?

Nos queda sobre todo la palabra. Ahora más que nunca. Reivindico la palabra y la alegría. Ahora más que nunca. Como en los versos de Benedetti:

Defender la alegría como una trinchera

defenderla del escándalo y la rutina

de la miseria y los miserables

de las ausencias transitorias

y las definitivas?

Reivindico el valor de una palabra amable. De palabras de consuelo hacia los demás. En esta nueva normalidad se impone la palabra para expresar los sentimientos. Si queremos mejorar el mundo, que regresemos a un mundo nuevo, tenemos que empezar ahora. Con las palabras. Hay palabras que sanan, otras que destruyen o paralizan. Busquemos las palabras que construyen otras relaciones, otras realidades que son posibles. Nuestro momento es ahora que no paramos de hablar por teléfono, que nos agotan las videoconferencias. Ahora que no contamos con el tacto ni con el contacto como antes lo conocíamos.

Una palabra sanadora a alguien mayor que se angustia puede arreglarle la tarde, una palabra de agradecimiento por el trabajo bien hecho motiva a seguir en la brecha, un por favor, gracias o perdón ? como siempre recuerda el Papa- nos alegra el alma, nos reconcilia con los otros y con la vida. Es necesario volcarnos en las palabras. Siempre nos ha costado expresar las emociones. Pues ahora no hay excusas. La palabra toma su lugar. Se ha abierto paso. Se defiende del maltrato y del egoísmo. Debemos aprovechar las circunstancias, cuando un bicho inesperado lo ha cambiado todo.

Esta nueva normalidad será como queramos que sea. No hay nada escrito. Está esperándonos. Pero como todo: hay que trabajarla desde ahora. Desde este mismo instante. Cuando salgamos del encierro será otra época. Nuestra realidad es ahora, entre las cuatro paredes de casa. Con los que vivimos y con los que tenemos contacto por teléfono y con mensajes de texto. Las palabras dan vida, consuelan, aplacan, sanan, mejoran el estado de ánimo, hacen brillar al otro, acarician, tranquilizan, alegran, dan energía. Las buenas palabras. Las demás, sobran.

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