Inés Dorronsoro: microbiología y fe en una mujer del Opus Dei

Nacida en Navarra en 1942, Dorronsoro es microbióloga y madre de familia numerosa. Alumna de la quinta promoción de medicina de la Universidad de Navarra, ha tenido diez hijos 

Inés Dorronsoro

Alfonso V. Carrascosa

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Inés Dorronsoro Ibero (Cáseda, Navarra, 1942) es microbióloga y madre de familia numerosa. Alumna de la quinta promoción de medicina de la Universidad de Navarra, ha tenido 10 hijos. Dos de sus hijas han seguido sus pasos: Agnes es cardióloga en la CUN y Lourdes, radióloga en Lérida. Hija de médico, su padre, Ramón Dorronsoro, que ejerció la profesión en Andoáin (Guipúzcoa) durante años, se oponía a que estudiara Medicina. “Pero mi madre me animó”, explica. En su promoción, de 40 alumnos, 9 eran mujeres. “Todas hemos ejercido. Así que eso de ir a la universidad a buscar marido, ¡nada de nada!”, se ríe. Pero ella sí encontró, y microbiólogo creyente también: Ramón Díaz García (San Marín de Trevejo, Cáceres, 1935), alumno de la primera promoción de Medicina de la Universidad de Navarra, mientras que Inés lo fue de la quinta. Y con él viajó hasta Madison (Wisconsin, Estados Unidos), donde le dieron una beca. Ambos trabajaron en el Instituto de Salud Pública. De ahí, viajaron a Tours (Francia), también como investigadores.

En 1974 se establecieron en Pamplona. “Ese era nuestro sueño…Siempre fui contenta a trabajar. No tenía horas suficientes” decía, y eso que tuvo que sumar la conciliación en unos años en los que apenas había mujeres que trabajaran fuera de casa.

En una entrevista dijo: "Yo, gracias a Dios, recibí una sólida formación cristiana como tanta gente en aquella época y que tanto me ha servido en la vida… tuve mi primera hija al año escaso de llegar a Estados Unidos. Como en el laboratorio trabajé duro y además era médico (título superior al de microbiólogo, que era el exigido al personal del laboratorio), pude plantear que, para poder seguir trabajando, necesitaba que me pagaran para yo poder pagar a quien se hiciera cargo de mi bebé mientras estaba en el laboratorio. Accedieron de inmediato y así seguí con un trabajo ya remunerado y adquirí formación en microbiología clínica…De vuelta en España, conseguí por oposición el puesto de Jefe de Servicio de Microbiología del Hospital de Navarra, siendo la primera mujer que accedía a un puesto de Jefe de Servicio en el Hospital. Para qué contar las situaciones vividas a lo largo de mi existencia, las resumiré diciendo que el día en que el Gobierno de Navarra ofrece su agradecimiento a los funcionarios jubilados cada año, al terminar el acto encontré al Presidente de la Diputación y pude expresarle que, durante aquel acto, no pude evitar sentimientos encontrados. Se me agradecían los servicios prestados a Navarra por mi trabajo en el Hospital. Sin embargo, estaba convencida de haber prestado un servicio muy superior a Navarra por haberle dado diez hijos, por los que no era acreedora ni de una jubilación ni ninguna prestación social, ni siquiera el agradecimiento... … El trabajo que supone sacar adelante una familia simplemente no existe".

Esta parte final subrayada es un texto cumbre, que creo suscribirían las científicas que han sido esposas y madres. No es nada fácil llegar a tener la responsabilidad laboral que tuvo Inés, y además traer al mundo diez hijos, pero para Dios no hay nada imposible cuando se le deja actuar, algo sin duda meritorio, pero de algún modo también gracia, y signo del poder de Dios cuando se encarna en personas concretas. La Resurrección de Cristo que celebramos estos días, y el envío del Espíritu Santo a nuestros corazones, es lo que nos lleva a hacer cosas grandes, muy superiores a nuestras fuerzas. Inés es un hecho concreto, otra luz inspiradora más, que por sí sola inactiva ciertos discursos historiográficos provenientes del ateísmo que yo denomino leyenda progre, que propaga la mentira de que ciencia y fe católica son incompatibles, y suele también incluir que no se puede ser científica, esposa y madre de familia numerosa. 

Y además el caso de Inés quiero que sirva de homenaje a muchas mujeres que no pudieron llegar a compaginar sus quehaceres dentro y fuera del hogar, y finalmente renunciaron a una prometedora carrera para la cual estaban capacitadas, porque no siempre se puede con todo. No puede dejar de subrayarse que el caso de Inés es doblemente interesante por darse la circunstancia de ser, junto a su marido Ramón, un matrimonio de científicos católicos de alto nivel padres de familia numerosa: un verdadero milagro en cuanto a acción de Dios sobre personas concretas, capaz de crear y sacar adelante situaciones que habitualmente se consideran a priori incompatibles: ser científicos, creyentes, casados y con diez hijos.

Además, una vez jubilados se han puesto a trabajar en África, en el Centro Médico Monkole, que comenzó a funcionar en 1991 como un modesto ambulatorio y que hoy dispone de 46 camas y ofrece servicios de pediatría, medicina interna o cirugía. Inés Dorronsoro, Ramón Díaz y Antonio Medarde han vuelto dispuestos a estudiar la puesta en marcha de un laboratorio de Microbiología. “Si uno mira a europa y luego mira a África piensa: ‘Hay que ayudarles como sea’”. Eso fue lo que dijo Ramón, experto en brucelosis, cuando la Organización Navarra para la Ayuda entre los Pueblos (ONAY) le propuso viajar hasta la República Democrática del Congo. Inés no dudó en aceptar el proyecto “A montar otro laboratorio, me dije…El día en que me jubilé, la primera revista científica que recibí la tiré al cubo de la basura, sin abrirla siquiera. Sentí un placer inmenso. Sin embargo, cuando me hicieron la propuesta me pareció un privilegio poder ir a África y enseñar todo lo que sé”. El tercero en lid, por su parte, Antonio Medarde, médico hematólogo y jefe de servicio del Banco de Sangre de Navarra, jubilado también viajó al Congo, siendo padre de familia numerosa: ocho hijos y más de diez nietos.

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