Adoptar un pajarillo

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Mis sobrinos han adoptado a un pajarillo.

Lo alimentan con leche, compitiendo ambas partes en inocencia.

El pequeño plumífero apareció entre las plantas y ahora tiene, para él solo, una caja de cartón sin tapa, un par de baldosas y un cuenquito.

Está bien que no es la libertad a la que llaman sus alas, pero el calor de cuatro manos rifándoselo en juegos prometen ser una escuela inesperada y deliciosa.

Salta aquí y allá, sin dirección fija; sus ojitos, cual botones, apabullando a la luna.

De día duerme, de noche pía, y no es seguro que sea gorrión y no buho, lechuza o hasta luciérnaga.

Todo cabe en una caja de zapatos si lo alimentas con ternura y leche tibia.

"La familia es el lugar donde todos hemos aprendido la ternura" (Papa Francisco)


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