Días cebolla, personas cebolla

Revista EcclesiaAsier Solana Bermejo

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Hay días en los que uno sale por la mañana con la chaqueta y casi pasa frío, pero cuando llega la hora de comer se queda en manga corta. Depende de la ciudad, un chaparrón puede sorprenderle en el momento menos pensado. Esos son los que llamo "días cebolla", porque lo mejor es ir con capas para ir quitándolas o poniéndolas según toque. Y ya han empezado, como suele suceder en otoño.

Son los días, a mi juicio, que más se parecen al ser humano, porque en ellos podemos encontrar de todo: oscuridad, luz, agua, tempestad o brisa. Si lo pensamos bien, nos parecemos un poco a ellos, nunca sabemos qué imagen vamos a dar pero, al final, somos una persona, como al final, un día es un día.

Decía el gran sabio verde de nuestra ficción (Shrek) que los ogros son como las cebollas porque tienen capas, y le respondía otro gran sabio (Asno), que por qué no una tarta, que también tiene capas y le gusta a todo el mundo. No sé vosotros, pero yo soy más de cebollas: que vale, te hacen llorar pero sabes que se acaba pronto, y luego puedes comerlas crudas en la ensalada, caramelizadas en la hamburguesa, cocinadas en un guiso o dando jugosidad a una tortilla de patata (así es, me declaro concebollista).

Aunque no seamos verdes ni tengamos orejas cual trompetas, las personas nos parecemos, como los días de otoño y como los ogros, a las cebollas. En apariencia sencillas, en apariencia muy parecidos unas de otras, pero repletas de matices por descubrir y de posibilidades con las que trabajar.

Es bueno recordar, creo, que las personas tenemos un poco de todo, y que vamos mostrando una cara u otra según el cuándo, según el quién, y según aquello que se cuece en el interior, a veces a fuego lento y otras veces como en una olla a presión. Pero que, al final de todo, uno nunca deja de ser uno mismo por más capas que se ponga o se quite, como un día de otoño siempre será un día de otoño y un ogro siempre será un ogro.

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