Cristianos de ficción (III). El padre Beocca se casa

Revista EcclesiaAsier Solana Bermejo

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Este jueves viajamos en el tiempo de la mano de The Last Kingdom, una serie para disfrutar. La acción se desarrolla en la Inglaterra de finales del s.IX, durante el reinado de Alfredo el Grande. En este caso, se ve la lucha entre la fe cristiana del reino de Wessex (uno de los siete que más tarde serían la Inglaterra moderna) y las invasiones vikingas con sus dioses y su mitología.

A partir de aquí, spoilers.

El proyecto del rey Alfredo de esta ficción se asienta sobre una fe firme en Dios frente al panteón de dioses paganos. Por ello, se rodea de sacerdotes, frailes, y él mismo es retratado en la serie como profundamente devoto. Pero la imagen de la Iglesia que da la serie es muy diferente a lo que hoy en día existe. Uno de los protagonistas de la serie es el padre Beocca, que aparece en los primeros cinco minutos de la serie bautizando por segunda vez a un niño para cambiarle el nombre. Un hecho cuya validez no es cuestionada pero que hoy sería imposible.

El mismo padre Beocca no tiene reparos en participar en las batallas donde, además de bendiciones para los suyos, reparte golpes a los vikingos. Además, en un momento dado se enamora y tras mucho dudarlo, se casa, manteniendo su estatus de ?padre? con total naturalidad. No olvidemos, por ejemplo, que el celibato sacerdotal no se impone en occidente hasta el siglo XVI, aunque es cierto que desde muy temprano se vio como recomendable y por lo que se luchó.

A diferencia de muchas otras ficciones ambientadas en la Edad Media, poco se le nombra al papa de Roma. En parte es justificable por la lejanía de Inglaterra, pero tampoco hay que olvidar que el papado no tomó una forma más similar a la actual, en cuanto a poder, hasta siglos después.

Y otro aspecto muy interesante es cómo se trata el choque entre dos culturas con sus diferentes creencias religiosas. Están desde aquellos que quieren llevar la fe sea como sea, el caso del rey, hasta quien abiertamente observa la fe como algo inevitable y sobre todo político, como es el caso del vikingo Guthrun, quien no tiene demasiados inconvenientes en convertirse al cristianismo para conservar sus tierras. Y, con él, todos sus súbditos.

La Edad Media es un periodo apasionante que duró mil años, en el que el cristianismo jugó un papel decisivo para Europa occidental, manteniendo los mimbres de una cultura que se desmoronó tras la caída del Imperio Romano. También vemos, encarnada en Alfredo, la justificación teocrática del poder que ha llegado hasta bien entrado el siglo XX en nuestras sociedades.

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