Cinco lecciones del ciclismo para la vida

Revista EcclesiaAsier Solana Bermejo

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Esta semana ha empezado la Vuelta a España y, como soy uno de los niños que se aficionó al ciclismo con los Tours de Induráin, todavía sigo viendo este deporte de vez en cuando. Y, aunque todavía no se ha librado de la sombra del dopaje y ya no es lo que era en términos de espectáculo, sigue siendo una disciplina con enseñanzas útiles para la vida. Aquí van algunas.

La primera es que nadie es capaz de hacer la guerra por su cuenta. ¿El ciclismo un deporte de equipo? A muchos les puede sorprender, pero la diferencia entre pedalear solo contra el viento o hacerlo detrás de tu compañero quien, además, te marca el ritmo, es inmensa. Cuando tienes que recorrer unos 200 kilómetros por día durante tres semanas seguidas, para ganar es necesario que muchos ayuden.

La segunda es el sacrificio. El ciclismo es físicamente exigente como pocos, quizá demasiado y por eso sea de los más asolados por la plaga del uso de sustancias inadecuadas. El esfuerzo titánico que realiza hasta el último del pelotón.

La tercera es que la vida no es justa. En una competición larga, la suerte juega un papel importante. Que te pille un corte de pelotón en una etapa llana, que un día tengas sensaciones un poco peores que de normal, o que simplemente te caigas en el descenso de un puerto de montaña. Son solo algunos de los azares cuyos detalles no son fácilmente controlables. O que, yendo primero en un ascenso, algún fan se acerque demasiado y te desequilibre. Esto puede servirnos para recordar, una vez más, que la meritocracia es mentira: lo es hasta en el ciclismo, que tanto exige y aun así no garantiza.

Y una cuarta: que no se puede ser el mejor en todo. Hay corredores que despuntan en las carreras de un día. Otros grandes escaladores que no serían capaces de quedar entre los 20 primeros en una contrarreloj. Otros, cuya potencia les hace ideales para disputar un sprint. Nunca falta el ?pícaro?, capaz de meterse en muchas escapadas y así acumular victorias de etapa. Cada uno tenemos algo en lo que, sencillamente, somos mejores.

La quinta: si haces trampas, es muy posible que antes o después de pillen.

El bonus: disfruta de los paisajes y de la naturaleza.

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