El voluntariado en tiempos de coronavirus

José Antonio escuchó en COPE que se buscaban voluntarios para acompañar por las noches a los inmigrantes acogidos en parroquias

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José Antonio es un voluntario activo y comprometido. Colabora desde hace mucho tiempo con varias ONGs. También en África, en Ruanda. Pero un día de octubre de 2019, escuchando la radio, le llamó la atención un llamamiento en COPE. La Mesa por la Hospitalidad, entidad de la Archidiócesis de Madrid que acompaña a personas que han tenido que salir de su país a la fuerza, pedía voluntarios para acompañar por las noches a los inmigrantes acogidos en parroquias. El verano pasado, el Estado pidió ayuda a la Iglesia Católica porque no tenía donde alojar a la cantidad de refugiados que habían llegado a nuestro país. Las parroquias adecuaron sus instalaciones y alojaron a familias y personas solas que llegaban desde cualquier parte del mundo. Muchos voluntarios se turnaban para desayunar, cenar o dormir, para acompañar a estas personas. Que no se sintieran solas, que tuvieran un apoyo. La Iglesia siempre responde, siempre está ahí.

Desde octubre, tras el llamamiento que escuchó en COPE, José Antonio colabora con la Mesa por la Hospitalidad. Solía ir dos noches al mes a la parroquia que le correspondiese para acompañar a estos inmigrantes. Estos días, en el tiempo del coronavirus, también se necesita a los voluntarios, pero el confinamiento y las medidas de seguridad lo hace más complicado y los inmigrantes necesitan a una persona de apoyo. Por eso, José Antonio se ofreció a “confinarse” con ellos, cuenta a COPE. Su situación personal y laboral se lo permite. Habitualmente teletrabaja en su casa y para él no es ningún problema trasladar sus cosas al centro, a la casa de acogida Santa Mónica y San Agustín, de CARITAS, en Madrid, y convivir con las personas que ahí se alojan.

El voluntariado en tiempos de coronavirus

 

José Antonio nos cuenta que le habría gustado “ser médico para ayudar directamente“, pero no lo es. Lo interpreta como que “el Señor me ha pedido este mínimo servicio, me ha puesto en el lugar y momento adecuado, sin cargas familiares, y no le puedo decir que no”. Se siente privilegiado. Desde el 23 de marzo vive en la casa de acogida con trece personas. Son cinco venezolanos, cuatro colombianos, un peruano, y tres marroquíes. Los latinoamericanos se juntan por un lado y los marroquíes por otro. Los jóvenes tienen entre 18 y 22 años y los adultos entre 35 y 50. Han tenido que aislar a dos de estas personas por síntomas compatibles con el coronavirus.

La casa de acogida Santa Mónica y San Agustín está preparada para alojar a los inmigrantes. Cada habitación tiene cuarto de baño. Además, tienen lavadora y nevera. En temporada normal están todo el día fuera, gestionando sus papeles o asistiendo a cursos o talleres. Pero ahora están todo el día en el centro, y no tenían entretenimiento. Gracias a varios amigos, José Antonio consiguió dos televisiones y varios juegos de mesa. Él se encarga de la compra para el desayuno. La comida y cena la traían voluntarios de otras parroquias. Pero el coronavirus ha hecho que a partir de ahora la traiga un restaurante que colabora con CARITAS. Viven como una familia, pero guardando la distancia de seguridad. Y como en todas las familias hablan, hay muchos momentos de conversación. José Antonio habla con ellos de su situación, de sus problemas… de la vida. También del coronavirus.

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